martes, 29 de septiembre de 2009

¡Miaau! ¡Miauuu!

¡Ringgggg! ¡Rinnnngggg!

–¿Aló?
–¡Miaaaaaaau! ¡Miauuuuuu!
–¡Loli! ¡Jajajaj! ¡Loli!
–Jaajajaj... ¡Papi!
–¿Qué, pasa mi gatita?
–¡No sabés lo que pasó! Jajajaj Jajajaja
–Si parás de reírte y me contás, a lo mejor me entero, Loli... Jajaj
–¡Es que... Es que..! Jajajaja
–Dale, Loli... contame y dejá de reírte, que me contagiás.
–¿Viste que te dije que iba a venir mi mamá a buscar algo de ese cuartito que tiene?
–Mhhh-hh. Sí.
–Bueno, pues vino. Y entró –mi papá estaba hablando por teléfono–, y de pronto escuché: “¡Pe..! ¡Pero! ¿Qué heeeee hehto?” Jajaja

Para hacerla corta, porque si tengo que describir toda la llamada este post va a ser una gran carcajada, al padre y la madre de Loli “no los une el amor, sino el espanto”. Además de la repulsión, el asco, la animadversión, la antipatía, la tirria y el más franco aborrecimiento por... los gatos.
Y ocurre que en un barrio, como en el que vive Loli, suele haber gatos. De todos los colores, pelajes y razas. Pero en especial, los gatos callejeros.
Los mininos, por alguna razón han elegido para aquerenciarse, la casa de Lolita. Ya una tuvo lugar otro episodio bastante jocoso, cuando se metió un gato y quedó atrapado entre la persiana de una ventana y la reja, y el padre hacía lo posible por ahuyentarlo, consiguiendo que el gato se quedara más, sólo por miedo al palazo
Ayer, cuando Loli fue a ver qué le pasaba a su mamá, se encontró con que en esa habitación (que permanece cerrada con llave) algo olía como los mil demonios.
–¿Qué he hezoooo? –gritaba la madre de Lolita, señalando, horrorizada, un montículo de aspecto repulsivo, como si estuviese mostrando un vómito de Belcebú. Eso, dicho sea de paso, se parecía mucho a ciertos deshechos corporales.
–Parece caca de gato –contestó Loli, después de un rápido reconocimiento visual del montículo.
–¿Cómo ha entrado acá UN GATO? ¿A quién le han dejado la llave cuando no estaban?
–Pero si acá no entra nadie... Y menos a esta habitación de la que sólo vos tenés la llave.
–¿Y cómo hizo para entrar?
–Nu shé. A lo mejor es un gato con conocimientos de cerrajería
–ocurrente, la Princesita.
En eso apareció el papá de Loli y su iracunda ex esposa empezó a increparlo acerca de la falta de seguridad y cuidado respecto de quién entraba en la casa, y se armó la batahola.
–¡Limpiá! ¡Vos tenés que limpiar eso! –le ordenaba la madre al padre.
Loli hizo mutis por el foro, dejándolos dirimir sus diferencias y coincidencias acerca de los gatos y volvió a su habitación a estudiar.
En eso estaba cuando de pronto:
–¡Agggghhhhhh! ¡Ay, Dios mío! ¡Nooooo! –otro grito de la madre.
Loli, alarmada, salió de su habitación.
–¿Y ahora qué pasa? ¿Por qué gritás así?
–Porque... porque... ¡Porque hay un gato rabioso acá!

A Lolita le bastó dar una rápida mirada al interior de la habitación para verlo. El gato, acorralado, desplegaba toda su agresividad y su mala onda.
–¡Le hubieras visto la cara, Papi! ¡Ay! ¡Jajajajaj!
–Pero Loli... pará... ¿Qué hacía el gato?
–El gato estaba acorralado y hacía ¡Miaaauuu! ¡Fssssss! ¡Fhhhhsss! Y, encogido y con el pelo erizado, abría la boca y sacaba las uñas... Jajajaja...

–¿Y por qué no lo sacaron, Princesita?
–¡Porque nadie se atrevía! Jajajaj
–¿Y cómo lo van a sacar, Loli?
–¿Sacarlo? ¡Si se fue solo! Jajajaja –y siguió riéndose.
(...)
–Papi...
–¿Qué, mi vida?
–¿Te gustó que te haya hecho “Miauuu”? Jajajaj
–¡Ay, Lolita! ¡Sos tremenda!

Por cierto, hoy me contó que el gato era de una vecina, y que se le había escapado una semana atrás y ya lo daba por perdido.
De modo que volvió el gato a la casa de su dueña y la paz, el orden y la tranquilidad, al hogar de Loli, una vez que su mamá se hubo marchado, cerrando con doble vuelta de llave la llave del cuartito.

El Profesor

viernes, 25 de septiembre de 2009

Con vos aprendí

–¿Sabés, Papi? Yo desde que te conocí te empecé a amar. Quizás fui la única mujer que se apasionó con vos sin conocerte y te empezó a tener tanto afecto a la distancia durante los seis primeros meses de no vernos las caras. Y siento que te entregué todo. Que di lo mejor de mí.
–Es cierto, Loli.
–Te di mi inocencia, mi ternura, mi virginidad. Me entregué por completo. Porque tenía muchas ilusiones, expectativas y sueños. Vos fuiste y sos mi primer amor, Papi. Vos tuviste muchas experiencias de amor antes, se supone que debería resultar más sencillo. En cambio para mí todo era nuevo...
–El primer amor, Loli, es así. Es la entrega sin reticencias, sin armaduras, vulnerable. Es como el amor de un chiquito, ¿ves?
–Pero por lo visto lo hice bastante bien. Porque creo que te hice un poquito feliz en todo este tiempo.
–¿Un poquito? ¿En serio creés que me hiciste sólo “un poquito” feliz? ¡Loli! Vos me diste más felicidad en dos años de la que yo pueda recordar en toda mi vida.
–¿Y vos? ¿Cómo te enamoraste vos? Porque siempre tengo que decirte que te expreses. Dale, contame. Dale...
–Yo me enamoré despacito, Loli. Y es que a mi edad, después de toda una vida, me había acostumbrado a vivir con reservas, protegido con una coraza. Cuando se ha vivido todo el tiempo que viví yo, la cabeza muchas veces nos juega malas pasadas y nos hace pensar en cosas que ocurrieron y no tienen porqué volver a suceder y a cuidarnos que no nos hagan daño, y así nos vamos olvidando que hay que escuchar al corazón, que nunca nos miente.
–Papi... Y vos, ahora, ¿lo escuchás?
–Con vos aprendí, Loli, a escuchar más al corazón que a la mente. Con vos aprendí a “expresarme” y me di cuenta que si uno siente que ama, le pasan cosas extrañas, como cuando era adolescente. Con vos aprendí que se puede amar, pese al miedo que a veces nos provoca el entregarnos sin restricciones. Que vale la pena correr el riesgo, porque de lo contrario lo más probable es que llegue el día en que uno no pueda evitar pensar “¿Y si lo hubiera hecho?” Y eso debe ser muy pero muy triste, mi chiquita.
–Papi...
–¿Qué, Loli?
–Todos nos equivocamos, ¿sabés? Yo también con vos aprendí, y era como me decías: quizás las cosas feas y tristes que uno pasa en la vida, no son tan graves.
–Claro, Loli. Somos humanos, al fin y al cabo.
–Entonces, si yo te ayudo a curarte el corazoncito, como yo a veces no puedo dejar de tener miedo como vos y no sé cómo hacer, ¿podrías ayudarme a no sentirlo?
–Si la vida nos da la oportunidad, mi cielo, claro que te voy ayudar cada vez que te pase. ¿Te acordás del miedo que pasaste en diciembre?
–Sí, me acuerdo...
–¿Viste que hoy, ahora, no es tan grave?
–Ajá.
–En ese momento te lo dije, pero no podías comprenderlo, Loli. Ahora, después que pasó el tiempo, lo entendés y al entender, el miedo se va. Bueno, así te voy a ayudar. Como ese día. Todos los días. Vamos a ver si podemos hacer en breve ese sueño que ambos tenemos y todos los días voy a estar con vos, para ayudarte a vencer los miedos. Así, de esa manera, si yo te ayudo a vos con tus miedos y vos a mí con los míos, vamos a poder vivir una linda vida, querida mía.

–¿Y me vas a abrazar fuerte cuando sienta miedo?
–Muy fuerte, claro.
–¿Y me vas a hacer mimos? Porque los mimos son importantes para el corazón, ¿sabías?

–Te voy a hacer tantos, pero tantos mimos que te vas a empalagar, Loli.
–Gordi... ¿sabés una cosa?
–¿Qué, Loli?
–Te amo.
–Y yo te amo a vos, bichito.
–Con vos aprendí a amar, Papi.
–Y yo con vos aprendí que el amor existe, es real y es posible.
–Shi...
–Loli...
–¿Quép?
–¡Feliz mes aniversario, mi amor! ¿Te diste cuenta? Regresaste como un regalo, en el día 24, una fecha que es un símbolo para nosotros. Volviste, como un maravilloso obsequio de la vida.
–¡Feliz día, gordi! ¡Te acordaste! ¡Cuánto me alegra que recuerdes ese día!

(...)
–Papi...
–¿Mhhh-hh?
–¿Sabés que sos un amor, hermosho?

–¡Ay, Loli!

Después de haber vivido todos estos años en este mundo donde nada es seguro, con Loli aprendí que lo único seguro que tenemos en esa vida es el amor, cuando nos es dado el privilegio de ser amados.

El Profesor


Foto: Thomas W. Cheney

jueves, 24 de septiembre de 2009

Regreso a casa



Loli:
Aproximadamente a esta hora debe estar despegando el avión de LAN, del aeropuerto de Santiago de Chile, donde hiciste el transbordo, luego de cruzar el Océano en un vuelo de Iberia.
Dios mediante, en las primeras horas de la tarde, habrás regresado a tu casa, poniendo fin a ese maravilloso viaje por Europa, que hiciste con tu papá.
Espero con ansiedad el momento de poder hablar, de escuchar tu voz en el teléfono, luego de dos días de estar incomunicados y, en especial, porque llegás en este día, el del número mágico, cuando se cumple un mes más de nuestra relación.
También anhelo que las próximas dos semanas pasen pronto y que llegue rápido el día que viajes hacia acá, y yo pueda esperarte en la terminal de ómnibus, para pasar juntos el fin de semana largo de octubre.
Que tengas un buen vuelo en este regreso a casa, Lolita.
¡Bienvenida, Princesita!

Tu Profesor




lunes, 21 de septiembre de 2009

À bientôt, París

Lolita debe estar durmiendo, después de pasar su último día en París. Anoche, antes de irme a dormir, le escribí un correo deseándole que lo pasara lo mejor posible, que hiciera todo lo posible por grabarse en la memoria todo lo que había vivido y conocido: Les Tuileries, el Louvre, Les Champs Elysées, la Place de la Concorde, Les Invalides, Notre Dame y el Sacré Cœur, la Île-de-France, Montmartre, Le Quartier Latin, y todos y cada uno de los puentes sobre el Sena, en especial el de Austerlitz, como ya han leído, por lo que de simbólico tiene para mí.
Le pedí que se llenara las retinas con la ciudad de día y de noche, los cafés con mesas en la vereda, el viaje en un Bateaux Parisiense, las patisseries, Saint Germain y cada uno de los Arrondisements de París.
También le conté de lo mucho que anhelaba poder volver a esa ciudad con ella, que ojalá la vida fuera generosa con nosotros, y que nos permitiera pasear juntos por esas calles que aún hoy, después de tanto tiempo, sigo recordando.
Esta mañana, me contestó:

Gracias por este correo, amor mío.
Que lindo es venir a Internet y encontrarme algo así. Yo también deseo con toda mi alma volver algún día con vos a esta mágica ciudad y caminar de la mano por las calles y puentes; pararme en cada esquina a darte un beso y cenar en lugares románticos. Ojalá la vida nos dé esa oportunidad. Creo que compartimos el mismo sueño, amor.




Así, mientras Loli duerme su última noche parisina, debe verse la Tour Eiffel, que ella y su papá visitaron para ver toda la ciudad desde arriba.
Que haya sido feliz en París, que atesore en su memoria estos días que ha vivido allí y que algún día, nuestro sueño, pueda hacerse realidad.

À bientôt, Paris. Hasta pronto.

El Profesor

sábado, 19 de septiembre de 2009

Castillo encantado

–¡Hola, Papiiii! –dijo la voz de Lolita en el teléfono.
–¡Loli! ¡Qué lindo es escuchar tu voz!
–¿Viste? Te llamo los sábados a la mañana, como vos, Pichoncito mío.
–Gracias, Loli. Me hace muy feliz hablar con vos, que estás tan lejos...
–¿A que no sabés adónde estoy? –me preguntó, con ese tonito pícaro tan propio de ella cuando está por hacer alguna travesura o algo que la divierte mucho.
–En París, Loli...
–Sí, pero ¿en qué lugar de París?
–¿Les Champs Éllysées?
–Nah... Ahí fuimos el jueves.
–¿Versalilles?
–Nuuu... Ahí estuvimos ayer, y almorzamos unas viandas que nos compramos en un súper chino. ¿Sabías que acá también hay súper chinos?
–Lo puedo imaginar, porque están en todo el mundo. Pero decime, ¿a dónde estás vos ahora?
–¡En EURODISNEY, Papi!
–¡Uy! ¡Tu sueño, Loli!
–Shi... y fui a un montón de juegos y escuchá... –su voz quedó tapada por una musiquita–. La música de las princesitas... Jijiji... Y también fui al Castillo Encantado
–¿Te gusta?
–¡Uf! ¡Me encanta! Y, ¿a que no sabés?
–¿Qué, mi cielo?
–¡Mi papá fue al Tazón!
Y siguió contándome, entusiasmada, todo lo que estaba viendo en Eurodisney y lo feliz que la hacía haber podido conocerlo.
–¿Ves, Loli? Vos que decís que yo me conozco todo, ahí nunca estuve.
–Pero si los parques de diversiones te gustan, Pichoncito de mami. ¿Te acordás cuando te llevé a la rastra al del Parque Sarmiento?
–Sí, pero la última vez que estuve en París, todavía no existía.
–Entonces, Papi, tenemos que empezar a ahorrar para que yo te pueda traer y llevarte de la manito a los juegos, ¿sí?
–Mhhh-hhh.
–Ningún “Mhhh-hh”. Tu Princesita te va a traer al castillo encantado. ¡Y vas a ver cómo nos vamos a divertir!
–Decime, Loli... ¿compraste una tarjeta nueva?
–¡Uy, no! ¡Me olvidé de contarte!
–¿La compró tu papá y te la regaló?
–No, Papi. Resulta que el otro día fui a un baño y de repente miré para el suelo y ahí estaba... nuevita, flamante y con el sobrecito de celofán puesto... Debe haber sido de alguna chica inglesa, porque no entendí un pito lo que me decía la grabación...
–¿Cómo que no? Si vos estudiaste inglés en el colegio, Loli.
–Shi... por eso lo único que entendí es que tenía más de una hora para hablarte, mi amor. Y mañana, a levantarse tempranito que te vuelvo a llamar, como vos hacés conmigo los domingos, ¿eh?
En París, Loli debe estar durmiendo. Le deseo que haya pasado un estupendo día en el parque de la fantasía. Y hoy vuelvo a acostarme temprano, porque mañana, con esto de la diferencia horaria, tengo que madrugar para escuchar su voz en el teléfono.
Así es Lolita.

El Profesor

jueves, 17 de septiembre de 2009

Matemos al mensajero


Hoy, a las oce y veintiún minutos de la mañana, recibí el siguiente comentario, que publiqué y contesté en el acto, porque estaba conectado:


Acabo de encontrar en l historial de mi hija de 14 años este blog de
porqueria.no sabia que existia tal malandraje.degenerados ,ya les va atocar con
sus propios hijos,corruptores de menores!!!!!!!!



Por supuesto, era un Anónimo.
A ver, empecemos por el principio.
Quien haya sido que escribió esto –papito o mamita–, parece tener alguno de estos problemas:
a) No sabe leer;
b) Sabe leer, pero tiene un serio problema de lecto-comprensión de textos;
c) No leyó e hizo una inferencia por el nombre del blog;
d) Es alguien que conoce nuestro blog y tiene ganas de joder.
Quizás hubiera sido más fácil no publicar el mensaje y ya, a olvidarme del tema. Pero es que no puedo. ¿Por qué no puedo? Porque me indigna. ¿Por qué me indigna? Porque dejó el comentario en uno de los post menos indicados para dejar ese comentario.
Gracias, Loli es uno de los post con más sentimientos genuinos que he escrito en los últimos tiempos, reproduciendo un fragmento de una carta muy profunda y sentida de Lolita, escrita por correo electrónico desde Catalunya, en un momento muy especial y ante un problema serio, del cual yo no quería hablar para que nada le estropeara el viaje.
¿Coincidencia?
Descreo de las coincidencias.
De manera que infiero que es alguien que conoce nuestro blog y tiene ganas de joder. Más aún: de eso, no me cabe duda.
Ahora bien, si resultare cierto que fue una mamá o un papá indignado porque le revisó la computadora a su hija y en el historial encontró que había entrado a nuestro blog y nos leyó, y en el supuesto que la jovencita en cuestión tiene catorce años, me pregunto: ¿qué tenemos que ver nosotros? ¿Cómo podemos controlar que su nenita no entre a nuestro espacio?
Señora, Señor o quien demonios fuere: en principio, en el blog está bien claro (hasta con una fotito) que no son textos recomendados para menores de edad. De hecho, nuestro rincón más zafado, lo hemos restringido sólo a invitados que, previamente, tienen que pedirnos autorización.
En segundo lugar, ¿no será que usted no se ocupa de su nena excepto para revisarle la computadora cuando no está? ¿No será que no se ocupó, en su momento, de enseñarle de qué va la vida? ¿No será que como en su casa el amor es algo que usted no puede comprar con su tarjeta de crédito gold, entonces la nena tiene que ir a aprenderlo a otro lado?
No pretendo que usted, Anónimo, se lea todo el blog. Pero si dejó el comentario en ese post –justamente en ese post–, por algo lo hizo. Y, para abrir un juicio algo debió haber leído. Y si leyó, se habrá dado cuenta que este no es un blog de pornografía, sino más bien, una historia de amor.
¿No será, Anónimo, que como usted no conoce el amor si no lo paga con su tarjeta gold, hace espejo, le da envidia y monta en cólera?
No abro juicio acerca de su hijita –porque no conozco la situación–, ni cómo está pasando la adolescencia, pero yo que usted, en vez de matar al mensajero, empezaría por ocuparme del contenido mensaje y las consecuencias futuras..
Y el mensaje que le da su hija de 14 años, es bien claro: si a los catorce años lee este blog que no es de sexo sino de amor, es porque está tratando de aprender de qué se trata, ya que en su casa no se lo enseñaron. Por el contrario, los chicos aprenden a mentir y a esconder, porque los adultos se lo enseñamos.
Verdad universal, si la hay.
Claro que si lo hizo de puro envidioso/a que es usted, le digo que puede tener una o diez tarjetas gold, un piso en Las Cañitas, un Mercedes Benz, el placard rebosante de ropa y zapatos de marca y un catálogo completo de perfumes franceses, un plasma que ocupe toda la pared y un sauna con jacuzzi en el baño. Pero lo que nunca va a conseguir es que alguien lo/la quiera por lo que es y no por lo que tiene.
Por lo demás, tal como están las “nenitas” de catorce y quince años en estos tiempos, y por las cosas que hacen y que son de conocimiento público, mejor ocúpese de enseñarle –y no con palabras, sino con ejemplos–, cómo se hace para ser una persona íntegra en esta vida y no andar sermoneando al prójimo acerca de la moralidad con la bragueta abierta o la bombacha baja.
¿Consideró, aunque sea por un instante, que quizás el problema no seamos nosotros sino usted, que esconde su perversión detrás de una máscara de respetabilidad?
Aprendí, en esta vida, que los que más declaman "decencia y buenas costumbres", por lo general son los más corruptos. De hecho, está dando muestra de ello al revisarle la computadora a escondidas, y no en su presencia, que es como debería hacerlo. Porque sépalo: la privacidad de una persona no empieza a respetarse con la mayoría de edad. Empieza desde el momento mismo en que nace.
Pero claro... ¿cómo va a comprender esto?
Usted no puede.
Y, lo que es peor, además y creyendo que es tonta, debe mostrarse ante los ojos de su hija como lo que es: un canalla y cobarde que se esconde en el anonimato para fastidiarle la vida a sus semejantes mientras habla de los valores del ser humano hasta aturdir a todo el mundo, con tal de no escuchar la voz de su conciencia.
Porque no nos engañemos: si hace esto acá, también lo hace en todos los actos de su vida.

El Profesor

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Fotos de viaje

–¡Loli! ¿Qué es esa foto que me enviaste?
–Jijiji (risita traviesa del otro lado de la línea).
–¡Ay, Loli! ¡Vos y tus ocurrencias!
–Es que me gustó mucho esa comida, Papi. Entonces le saqué una foto... ¿Qué esperabas?
–Más fotos tuyas, mi amor... de cada lugar.
–¿Por ejemplo?
–Mmm... Por ejemplo, en Cadaqués.
–¿Haciendo topless como las turistas que vi?
–No mi cielo, tampoco... –¿Qué dijo? ¿Qué es eso de topless?
(...)
–¿Papi? ¿Pichoncito mío? ¿Qué pasha?
–¿Te-sa-cas-te-fo-tos-ha-cien-do topless?
–Jijiji (más risitas traviesas)
–Dale, contestame, dale...
–¡Pero no, Papi! ¿Cómo voy a hacer eso si no estás vos? A propósito... Si vamos a esa playa que me dijiste en verano y estás vos ¿sí puedo andar sin la parte de arriba de la mashita?
–¡Loli!
–Jajaj... ¡Te ponés celoso! Dale, Papi, expresate, dale... –dijo, llevando a la práctica su teoría de que tenemos que expresar de todo lo que nos ocurre, como pilar fundamental para la armonía de la pareja.
–Mjm... Pero un piquitín así...
–¡Pero shi tu Princesita te quiere a vos, mi Reyecito! ¡Te como! ¡Te mastico todo!




Para los que no hayan estado en España –el lugar más apropiado para comer pescado y frutos de mar–, a ese plato que ven ahí se lo conoce como “fideos negros” y está hecho con fideos tallarines, mejillones y una salsa de calamares en su tinta. Para aquellos a quienes les gustan todos los bichitos del mar, es un plato exquisito.
Recuerdo, en este momento, el primer día que Lolita probó la paella, conmigo, en el restaurante “La Perla” de la ciudad de Córdoba –lugar al que solemos ir a cenar–, y descubrió que los mariscos le gustan casi tanto como las barritas de cereal en el desayuno.
Imagino que en este momento estará zampándose alguna baguette de esas que se compran en París, que traen de todo entre pan y pan, y se las lleva uno a la casa para la cena.
Aunque en este momento que cargo el post, a esta hora, debe estar durmiendo a pierna suelta luego de la visita a les Champs Elysées, L´Arc du Triumphe y los demás lugares que tenían previstos para el paseo de hoy, que iba a ser un día "intenso", tal como lo definió por teléfono.
Dulces sueños, Lolita, mi amor.
A bientôt, ma petite!

El Profesor

martes, 15 de septiembre de 2009

Pont d'Austerlitz


¿Alo? ¡Bon soir! –dijo la voz, cuando atendí la llamada.
Lolita ya está en Paris. Llegó a la mañana en avión desde Barcelona.
Hoy me llamó –una llamada breve, porque en París todo es muy caro y te cobran hasta por preguntar–, para decirme que me extrañaba y que me amaba y para contarme que había ido a visitar Notre Dame y que había hecho lo que yo le pedí antes que se fuera.
–Loli... te pido algo –le dije, unos días antes que emprendiera el viaje.
–Sí, Pichoncito, ¿qué me querés pedir?
–Mirá, cuando llegues a Paris, seguro que vas a ir a conocer Notre Dame. Y entonces, quizás vas a cruzar uno de los puentes sobre el Sena... El Puente de Austerlitz. Ese es un puente que tiene una magia especial, ¿sabés? Es un puente en el que podés pedir un deseo. Algo que quieras mucho, pero mucho, mucho. Yo estuve varias veces ahí. Me iba con mi café y me apoyaba en el muro y miraba el río y pedía el deseo...
–¿Y se te cumplía lo que pedías?
–Sí, todas las veces. Los deseos que se piden en el Pont d´Austerlitz, se cumplen, Loli.
–Ah... ¿Lo que sea que uno pida?
–Ajá. Lo que sea que uno pida.
Hoy, en esa llamada breve que hizo a las once de la noche de allá, me djo que había estado en Notre Dame –y que era tal como yo le había contado–, que me había comprado un regalo muy especial y que también había ido especialmente (llevando a la rastra a su papá, que no entendía cómo sabía ella de la existencia de ese puente) y, como yo, se había apoyado en el muro mirando al río y había pedido un deseo que es su máximo anhelo.
–Mi cielo... era cierto –me dijo después–. En París ¡todo es muy caro! Pero encontré un cyber que es gratis...
Me hizo reír. Inquieta, curiosa y movediza como es, me la imagino dando vueltas hasta encontrar un lugar desde el cual escribirme la cartita de todos los días.
–Decime que me amás antes de que se corte, Papi –pidió.
–Te amo, Loli, mi vida, mi hermosa Princesita...
–Y yo te amo a vos, mi Reyecito...
Fue lo último que escuché, antes que se cortara la comunicación.
No sé cuál habrá sido el deseo de Lolita, porque no me lo dijo.
Pero deseo que –sea lo que fuere que haya pedido–, se le haga realidad.

El Profesor

¡Y tienen un blog!

A todos nuestros lectores, que nos siguen desde el inicio, desde enero, les pido me den su opinión y me digan lo que creen y lo que piensan al respecto.
Resulta que si escribimos acá nuestra historia de amor, nos denuncian por pedofilia. Pero si dos empresas explotan la imagen de la nenita pícara con todo lo de candor, inocencia, sensualidad, travesura y seducción propias de una Loli, eso es negocio... ¡Ah, no vale!
Piquen la imagen, por favor.



¡Me cacho en la sociedad de consumo! ¡Ufa!

El Profesor

domingo, 13 de septiembre de 2009

Les Petits Plaisirs

En agosto Geelbe –un club privado de compras por Internet–, en su lanzamiento de la semana, y con el slogan “Ropa para estar en casa”, ofrecía modelos como éste, tan sugestivos y seductores como inocentes.
Para quienes no lo conozcan, Geelbe es una organización de un grupo de jóvenes profesionales con el objetivo común de emprender negocios digitales sobre la base de la promoción y comercialización de productos de primeras marcas.





En este caso la marca es: Lolita – Les Petits Plaisirs.
Modelos como éstos pueden verse en la página web de la empresa o en su showroom, ubicado en Gurruchaga 779, nivel 3, de la ciudad de Buenos Aires, que se inauguró el 15 de junio pasado.
Eso sí, para ver la colección, hay que escribir a la dirección de correo electrónico, para recibir el nombre de usuario y la contraseña que permite acceder al sector.
Los modelitos, como ven, son encantadores.
¡Y dale con la moda Lolita!
Como nos lo sugirieron en un comentario anterior, cuando Loli regrese de su viaje, creo vamos a empezar a pensar seriamente en ofrecer espacios de publicidad, ¡qué tanto!

El Profesor



viernes, 11 de septiembre de 2009

Pueblo Blanco


–¡Paaaaaaapi!
–¡Hola, Princesita!
–No sabés qué hermoso día pasé hoy.
–¡Qué bueno! ¿Fueron a la Costa Brava, al final?
–¡Síiii!
–¿Te gustó, mi cielo?
–¡Me encantó! Mirá: fuimos a un lugar paradisíaco de Costa Brava llamado Cadaqués. ¡Precioso! ¡Un paraíso! ¿Vos lo conocés?
–Una vez pasé por ahí, Loli. Un “Pueblo Blanco”, recuerdo. Pocos turistas.
–¡Papi! ¡Conocés todo!
–No, Loli. A ver, ¿comiste gambas o seguís con los calamares y los fideos negros?
–No, mi amor, fuimos a comer a un restaurante muy lindo, y comí dorado con papas fritas.
–Mhhh-hh. ¡Ñam! ¡Ñam!
–Y... ¿sabés, amor? No dejé de pensar en vos y en cuánto me gustaría estar con vos algún día allí, mirando el mar tomados de la mano.
–Ajá, en esa playita, mirando cómo se pone el sol... o sentados en la terraza de un bar, tomando algo...
–Sí, Papi. ¡Qué lindo va a ser cuando podamos ir los dos!

Conversación mantenida con Lolita hace unos minutos –cansada por el viaje, pero radiante de felicidad–, antes que se fuera a cenar.
Sí, Loli. ¡Qué lindo la vamos a pasar cuando podamos ir juntos!

El Profesor

jueves, 10 de septiembre de 2009

La Moreneta

Hace un rato, a las ocho de la noche sonó el teléfono.
Antes de contestar, tal vez porque estamos tan consustanciados que la presiento, yo sabía que era Loli.
–¿Holaaaa?
–¡Paaaaaapiiiiii!
–¡Loli, mi vida! ¿Qué hacés despierta a esta hora?
–Shhh, Papi... una travesura. Acá todos están durmiendo, pero sho, sho quería shamarte, ¿zaméz? –me contestó, con ese tono dulce de voz que tiene, y hablando bajito.
–Bueno, mi vida, gracias. ¡Qué linda sorpresa! ¿Qué tal tu día?
–Lindo, mi pichoncito, aunque me agota y... y...
–¿Y qué?
–¡Acá todos hablan en catalán, Papi! ¡Y no les entiendo nada!
–Bueno, pero eso es lo de menos. A ver, contame, ¿fueron a pasear a algún lugar lindo?
–Shi, Papi. Primero fuimos a la casa de unos amigos del primo de mi papá y después él y la esposa nos llevaron en su coche al monasterio de Montserrat.
–¿Fuiste a ver a “La Moreneta”, Princesita?
–Shi... a la Virgen Negra, mi amor. ¿Te cuento?
(...)
Se dice que fue encontrada por unos pastores de ovejas cerca de Montserrat, que descubrieron la imagen de madera en una cueva, guiados por un misterioso resplandor y por el sonido de lo que ellos identificaron como cantos angelicales. Cuando se enteró el obispo, dio orden de llevarla a la catedral en una procesión que nunca llegó a su destino, puesto que la estatua parecía pesar cada vez más y era difícil cargarla.
Dicen que por eso la dejaron en una ermita cercana, y ahí estuvo hasta que en ese mismo lugar se construyó el actual monasterio benedictino. Como si la Virgen hubiera elegido el lugar donde queria quedarse.
La Virgen de Montserrat es de talla románica y ese color oscuro se atribuye al humo de la gran cantidad de velas y lámparas que por siglos y siglos se han encendido ante la imagen, día y noche. De ahí que la llamen, cariñosamente, La Moreneta.
La Virgen está sentada, mide noventa y cinco centímetros y tiene una corona sobre su cabeza. Sentado en su regazo, el Niño Jesús también tiene una corona. La Virgen tiene en su mano derecha una esfera, mientras que la Jesús está levantada, en señal de bendición.
La imagen está situada en la parte alta de un nicho, detrás del altar mayor y a sus espaldas se levanta una capilla o Camarín de la Virgen, al que se puede acceder subiendo una colosal escalera de mármol, decorada con entalladuras y mosaicos.
Está considerada la Patrona de Catalunya y a las doce de cada día, el coro de Montserrat le canta el Salve y el Virolay, cuya letra compuso el poeta catalán Mossen Jacinto Verdaguer:

Rosa de abril
Morena de la serra,
De Montserrat estel
Illumineu la catalana terra
Guieunos cap al cel.

(...)
–Y, amor mío... ¿Sabés qué hice?
–No, querida. A ver, ¿qué hiciste?
–Fui y compré una vela y la encendí y la puse donde van las velas encendidas, y recé una oración y le pedí por vos y por mí y por nosotros, para que nos guiara. Para que nos ayudara para poder estar juntos pronto, para poder compartir nuestra vida y poder honrar este amor que nos une desde nos conocimos, Papi.
–Loli...
–¿Qué, mi vida?
–Me hacés emocionar...
–¿No, Papi! ¡Nada de pucheritos, mi amor! Al contrario, tenés que sentirte feliz. ¿Sabés por qué?
–A ver, Loli, decime...
–Porque sho le pedí que bsss bsss bssss... Y ella me dijo que bsss bssss bssss... Y también el Niño Jesús me explicó que bssss bssss bsss

Hace tiempo que visité el santuario y conozco la historia y la leyenda de la Virgen de Montserrat.
Lo que Lolita le pidió a la Virgen, queda como un secreto entre ella y yo, porque en ese pedido, están todos nuestros anhelos y esperanzas.

El Profesor

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Gracias, Loli

Varias veces lo hemos hablado con Loli: Dios y la vida tienen una curiosa forma de hacer las cosas.
Hoy, en este día 9/9/09 Loli, desde la casa de los parientes de su papá en Catalunya, me escribió una carta –para nosotros, aunque sean electrónicas, son cartas–, en la cual, entre otras cosas, me dice:


(...) Sabés que aunque esté lejos, disfrutando de mi viaje, ni un minuto te olvido y todo lo que te ocurra me preocupa y me importa. No temas arruinarme el viaje con tus noticias. Yo necesito saber qué es de la vida de mi amor, para pensar cómo podemos salir adelante juntos. Sos mi amor, sos mi hombre. ¿Cómo no pensar en vos cada minuto? ¿Cómo no preocuparme y buscar soluciones ante estas circunstancias?
Aunque sea jovencita, confiá en mí, como si ya fuera tu esposa, como si fuera tu mujer de toda la vida. No temas nada, no tengas vergüenza, no te reprimas los sentimientos y las emociones. Contame todo lo que sea necesario. Confiá en que yo puedo ayudarte, en que entre los dos podemos salir adelante y superar las dificultades tomados de la mano... como ese día, en el lago de las truchas que te tomaba fuertemente la manito y te decía: “Gordi, no te me desbarranques...” Así es ahora. No te deprimas. Pensá que no hay mal que por bien no venga. Pensá que quizás estos son los planes de Dios y aunque parezca que se desvían del camino deseado, finalmente nos conduzcan a él. Sé fuerte, pichoncito mío. Tu paloma mami te cuida.

(...) En esos días vamos a tomar todo el tiempo para nosotros, para conversar, para tenernos el uno al otro, para acariciarnos, para disfrutar de la soledad de estar únicamente con el alma y el corazón del otro. Vamos a tener ese tiempo para sanar heridas, para proyectar, para pensar juntos, para decidir, para fortalecernos el uno al otro...
Pasará rápido, amor. Ya verás. En unos días estaré allí, envolviéndote entre mis bracitos y mientras te acaricio el cabello susurrándote al oidito cuánto te amo. Ya verás que lindos días pasaremos juntos
.

Que eran las palabras exactas que yo necesitaba escuchar o leer.
No sé si ella lo sabía o se enteró que el día de hoy está asociado con el amor universal, con la ayuda al semejante, con lo humanitario. Que este día, según los entendidos, es ideal para realizar cualquier acto solidario, para ayudar al otro y para usar la intuición y la sabiduría.
Más de una vez, Lolita tiene esa capacidad de sorprenderme y asombrarme, de conseguir que me quede reflexionando acerca de lo que escribe, de lo que dice y de lo que hace.
Los numerólogos opinan que el 9 es el número que da relevancia a la experiencia, el final de una etapa y el comienzo de otra nueva.
Como lo habrán leído en todos estos post, en muchas oportunidades ayudé a Lolita a superar sus miedos, a vencer sus inseguridades, a mantener a raya su incertidumbre. Toda vez que me necesitó estuve a su lado –en persona, por esta ventanita o por teléfono–, en momentos muy difíciles en que me necesitaba.
Pero no es menos cierto que varias veces, y en ocasiones (y a pesar de esa omnipotencia mía que no termino de desterrar de mi vida), ella estuvo a mi lado. Y si ella ha aprendido mucho de mí, no es menos lo que yo he aprendido de ella.
Como dije al principio: más de una vez, con Loli, hemos coincidido en que Dios y la vida tienen una curiosa forma de decidir acerca del destino de los seres humanos.
Gracias, Loli, mi amor.
De corazón... ¡GRACIAS!

El Profesor


martes, 8 de septiembre de 2009

Llamada nocturna

Ayer estaba terminando de cenar –serían las nueve y algo más de la noche–, cuando sonó el teléfono.
(Es Loli) –dijo una voz en mi cabeza.
–¿Holaaá?
–¡Papiiii!
–¿Loli?
–¡Shi, Papi, soy sho!
–¡Loli, mi vida! –dije, con la inmensa alegría que siento cada vez que me llama. Claro que en ese momento caí en cuenta que si acá era tarde, en Barcelona debía ser mucho más tarde.
–Loli... ¿Qué hacés despierta a esta hora? ¡Son como las dos de la mañana allá!
–Shi... (¡Snif!) –creí escuchar ese ruidito inconfundible tan propio de Lolita, cuando está triste y estuvo llorando.
–¿Pasó algo, mi amor?
–No sabés, Papi...
–No, bichito. No sé... pero si me contás, a lo mejor me entero.
–A mí, asher... (¡Snif!)
–¿Qué pasó, Loli? Dale, decime, por favor –admito que me estaba alarmando un poco.
–Asher...
–¡Dale, Loli! ¿Qué te pasó ayer?
–Me... me...
–¿Te qué, Loli?
–¡Me robaron el celular, Papi!
–¡Uh, nooo!
–¡Uhhh, síiii!
–Pero ¿cómo? ¿Cuándo? ¿Adónde? ¿Te pasó algo? –mi grado de alarma había trepado de golpe unos cuantos escalones.
–No, no, Papi... tranquilo... No me pasó nada.
–¿Y cómo te robaron el celular?
–De la habitación...
–¿Eh? ¿De la habitación? ¿Y quién entró?
–Entraron a cambiar las sábanas... ¿viste? ¡Justo ayer!
–Pero Loli, a ver... ¿Y adónde habías dejado el celular?
–Mhhh...
–Loli, dale... contestame, por favor…
(...)
–¿Loli?
–Es que fue culpa mía... como salí corriendo porque teníamos que ir al acuario, me lo olvidé.
–¡Ay, Loli! ¿Adónde lo dejaste?



–Creo que entre las sábanas...
–¡Pero Loli! ¿Cómo entre las sábanas?
–Sí, sí... sha sé... No me digas nada. Dejé la cama deshecha y debe haber quedado ahí. Y bueno, justo vinieron a cambiar las sábanas y... ¡Me quedé sin mi celu!
–Mjm... ¿Y preguntaste en la administración si al cambiar la ropa de cama no quedó entre las sábanas?
–Sí, Papi. Pero me dijeron que no podían revisar los cientos de sábanas que hay para el lavadero industrial... Que igual iban a decirle al del lavadero, por si lo encontraba...
–¿Y? ¿Fuiste a preguntar?
–Sí, no lo encontraron.
–¿Revisaste bien todas tus cosas?
–Sí, Papi... no está... Chau, SJ...
–¿SJ?
–Se Jue... ¡Chau celu!
–¡Uy, mi princesita!
–¿Y ahora qué voy a hacer sin el celu, Papi?
–A ver... Ahora, ahora, mientras estés allá... ¿Lo necesitás?
–No. Lo usaba de despertador.
–¿Podés arreglarlo ahora?
–Y... la verdad, que no.
–Entonces, Loli, no te amargues y seguí disfrutando de tu viaje, ¿sí? Cuando llegues, vemos cómo hacemos para que tengas otro –le dije, para que no se hiciera mala sangre.
–¿En serio?
–Sí, Loli. En serio. Y, por favor, no dejes nada más de valor en ningún lado, ¿eh?
–No, Papi... No vuelvo a dejar nada más sin guardar.
–Y que esto no te estropee el día, ¿eh?
–No, no me lo estropea (...) Pero... es que tenía todos mis números y...
–Loli... ¿Podés recuperarlos los números?
–Shi... Pero tus mensajitos no.
–Bueno, Loli... No hay remedio, de manera que no te hagas problemas por eso, ¿sí?
–Sí... (...) Papi...
–¿Qué, mi amor?
–Gracias por escucharme...
–Pero Loli... No me digas gracias por eso.
–Sí te digo gracias, porque siempre estás ahí cuando me pasa algo. Y, Papi...
–¿Qué, Princesita?
–Te extraño.
–Y yo a vos.
–Y te amo más que antes. Desde acá, hasta allá... Así de más que antes.
–Yo también, Loli. Y ahora... ¿Qué te parece si te vas a dormir, eh?
–Shi...
–Que descanses, mi vida.
–Y vos también, querido mío.
–Hasta mañana, Princesita.
–Hasta mañana, Reyecito.

El Profesor

lunes, 7 de septiembre de 2009

Sabotaje


Algunos minutos después de las cuatro de la tarde del domingo 30, hicieron la primera llamada para acceder a la zona de embarque y, como es sensato suponer, para dos personas que nunca han abordado un vuelo internacional, la ansiedad y el nerviosismo del momento, los llevan a querer ser los primeros. Me ha pasado alguna vez. También es sabido que, una vez que se ha entrado en la zona de embarque, ya no se puede salir de allí.
Así que el día que Loli empezó el viaje con su papá, y cuando ya se había despedido con el que creí que iba a ser el último mensaje de texto, diciéndome que habían terminado con los trámites y el despacho de los equipajes, y que iban a pasar a la zona de embarque, recibí éste:


Papi... Estoy shorando... Pasamos a la zona restringida solo para pasajeros unos minutos antes de que llegara mi mamá. No pudo saludarme. Me llamó por teléfono llorando y preguntándome por que no la había esperado. Me dio tanta pena... Pero ella también tiene la culpa por no saludarme cuando yo fui... Me tenía una carta.. ¡Snif..!


Sí, como lo leen.
La madre de Lolita “no había llegado a tiempo” para despedirse de su hija, sabiendo que iban a estar en el aeropuerto desde las dos y media de la tarde.
Me imaginé el desconsuelo de Loli, los ojos anegados en lágrimas y su tristeza porque, como sea, su mamá es su mamá, y la comprendo.
Creo que se me hinchó la vena en el cuello de bronca, porque sé que, aunque no se lo hizo a propósito, fue una clara manifestación de sabotaje.
Y no era lo primero que hacía para impedir, obstaculizar o sabotearle el viaje a su hija.
Quienes han leído todo el blog, ya saben cómo las gasta la señora, de manera que no creo que les resulte disparatado si les cuento que para firmar el pasaporte y después la autorización de salida del país –hasta ese momento no era mayor de edad y la patria potestad es compartida–, el papá de Lolita se las vio en figuritas para hacer que su ex esposa fuera, en tiempo y forma, a poner su firma.
Me pregunto yo: ¿qué puede llevar a una madre a hacer todo lo posible para conseguir que su hija no pueda vivir la experiencia de viajar y conocer otro país?
Si se hubiera dado por caso que en vez de viajar con el padre, hubiera querido viajar conmigo, se comprende. Si bien no lo justifico, creo que puedo comprenderlo.
Pero, en mi manera de ver, hacer todo lo posible para dañar con toda intención, a una hija, resulta incalificable. Porque no se le está haciendo daño a cualquier persona, sino a la hija que ella llevó durante nueve meses en su vientre y a la que le dio la vida. Y si a alguno de quienes este lee este relato le parece desatinado lo que escribo, paso a explicar:
Entre el momento de conseguir que la señora firmara y ese domingo a la tarde pasaron muchas cosas, entre ellas una demanda contra el padre –por razones que no viene al caso comentar–, pero que tienen que ver con nuestra relación y que en los primeros días de octubre, se dirimirá ante los tribunales.
Hasta ahí, sigo sin justificar, pero comprendo que –aunque no es así, como ella lo plantea–, el “amor” de una madre al ver que su hija “se corrompe” en una relación con un viejo, con el consentimiento del padre, puede haberla llevado a pasar al ataque y mantenerse en su posición intransigente, en el afán por proteger a su hija.
Ahora bien: una madre que quiere de tal manera a una de sus hijas, no debería hacer todo lo posible para hacerla sentir mal y estropearle un momento de su vida tan importante, como lo fue este viaje para Lolita. ¿O me equivoco?
Sin embargo lo hizo. Porque lo que ocurrió en el aeropuerto fue el broche final –trágico, doloroso, punzante–, de toda la larga serie de actos conscientes o inconscientes, para sabotearle la felicidad.
Vamos a suponer que algún motivo de peso le impidió llegar antes al aeropuerto. A todos nos puede pasar.
Pero ¿qué le impidió salir a saludarla el viernes anterior, cuando Lolita fue con su papá a despedirse de ella?
Su hermana menor no sabía qué decirle cuando Loli le preguntó por qué no salía su mamá a despedirse de ella. Y no se animó a entrar, porque la conoce y sabe que es capaz de cualquier desatino.
¿Cómo leo yo estas actitudes? Así: “Voy a ver cómo te estropeo la felicidad del viaje”. ¿Hay otra explicación?
Y, como si esto no fuera suficiente, mientras ese domingo yo le enviaba mensajes de texto para consolarla, para que no se estropeara la partida, para que disfrutara del momento, de pronto, casi media hora después, recibí este otro mensaje de Loli:


Papi: Al ratito que te mande ese último mensaje, me llamaron por micrófono, que mi mamá me quería saludar. Una señorita me acompañó hasta donde estaba mi mamá. Ella lloraba a mares... Y yo no pude aguantar aunque me daba vergüenza porque la gente nos miraba... Me dio una carta y cuando la chica dijo que se había acabado el tiempo, rompió en llanto otra vez.. Ahora estoy de nuevo acá, con mi papá. Ya me siento un poco mejor porque al menos la saludé. A las 5 mas o menos embarcamos.. ¡Gracias por tus palabras de consuelo, Papi! ¡Te quiero!


Es imposible que una persona que no confíe en sí misma, no se respete y no sea libre de tomar sus decisiones, pueda quererse a sí misma. Del mismo modo que es imposible que quien no se quiera a sí mismo, pueda querer a sus semejantes, sean quienes fueren. Entonces, adrede o inconscientemente, se las ingenian para sabotearse la felicidad y, claro, saboteársela a los demás.
En este caso, aunque lo intentó (vaya si lo intentó) no pudo salirse con la suya, como en aquella noche terrible de diciembre pasado, y Lolita está disfrutando a rabiar de su viaje, comiéndose todas las paellas y las cazuelas de frutos de mar que tanto le gustan y atiborrándose de los exquisitos helados que se consiguen en Europa en verano.
Y aunque la extraño, y mucho... ¡qué feliz me hace que así sea!

El Profesor

domingo, 6 de septiembre de 2009

Lolita Collection

–¿Cuál es la historia de este verano? –pregunta la cronista.
–Lolita –responde la entrevistada–. Hay una lectura entre líneas del tema de los quince años, de los besos. Creamos dos estampas especiales con esos temas. Habrá regalos, una vidriera representativa, un papel diferente en las bolsas. Esta colección es como una fiesta de cumpleaños.



Paula Cahen D’ Anvers celebra sus quince años lanzando al mercado una colección “Lolita”, que “se mueve en un juego que la marca maneja a la perfección, el de los opuestos. En este caso, se balancea entre la inocencia y la seducción, como la chica que juega a ser grande sin manejar todavía los nuevos códigos”, dice Grace Demattei, diseñadora de la firma.
Me pregunto: para que haya una Lolita, ¿no hace falta un Profesor?
¡Me cacho! ¡Y después nos dan con un caño a Lolita y a mí!

¡De no creer!

El Profesor
Foto: © La Nación


sábado, 5 de septiembre de 2009

Curioso

Me llama la atención.
Me resulta curioso.
De pronto, han desaparecido todos los anónimos.
De repente, se han acabado las agresiones.
Desde el día que hice la denuncia en Tribunales, ha dejado de llamar el teléfono en mi oficina y en mi casa, de día y de noche.
Hasta el día que Lolita se fue de viaje, ya nadie la llamó ni le dejó mensajes sin identificación en su celular ni en su correo electrónico, con seudónimos falsos.
Ese anónimo ha empezado a desaparecer, a borrarse de todos los sitios, a creer que por borrarse, deja de haber estado.
Se ha terminado el asedio constante y el asedio obstinado.
Ya no nos denuncia a los canales de televisión ni deja comentarios insidiosos en los blogs de los amigos.
¿Qué más prueba de responsabilidad se necesita?



La semana próxima debo presentarme a ratificar la denuncia, con toda la prueba en mi poder.
Estoy reflexionando qué debo hacer.
¿Qué creen ustedes?
Se aceptan sugerencias

El Profesor

viernes, 4 de septiembre de 2009

Hasta las manos

Hace unos días una amiga nuestra muy querida, hablando de nuestra relación con Lolita, me dijo: “Amigo... estás hasta las manos”.
Estaba en lo cierto.
Hoy en cierto momento, mientras trabajaba, recordé que hace un mes un día como éste, estaba terminando a las corridas la mayor parte de mis asuntos laborales pendientes, para llegar a la noche tranquilo para preparar el equipaje y salir para la terminal de micros con tiempo, porque viajaba a Córdoba a encontrarme con Lolita. Íbamos a pasar unos días juntos en uno de los mejores lugares en los que hemos estado hasta ahora. Como por arte de magia lo habíamos decidido ambos una par de noches antes, cuando por causas ajenas a nuestra voluntad, se nos estropearon los planes que habíamos hecho para esa ocasión.
El último mensaje que me envió Loli ese 4 de agosto a la mañana, decía:

¡Hola mi amorcito!
¿Podés creerlo? ¡Sólo 24 horas para estar juntos! ¡Qué emoción! ¡Qué ganas de abrazarte y besarte!
¡Te amo!
Un besote virtual hasta mañana que pueda darte los apasionados...

Tu bella princesita.

Hoy, cuando aún no ha transcurrido un mes desde el momento que la besé al despedirme en la puerta de su casa, antes de subir al remise que me llevo a la terminal, siento que la extraño tanto que hasta me duele el cuerpo.
Sí, sí, ya sé que la única diferencia entre Madrid o Barcelona y Córdoba, es una considerable cantidad de kilómetros y un Océano de por medio. Sé que en este mes, hubiésemos estado lejos de todos modos.
Pero será que extraño el correo de la mañana, la mágica hora de las seis de la tarde, cuando volvía de la facultad, y se conectaba para saludarme y contarme cómo había sido su día o la llamada telefónica de la noche.
Extraño sus palabras en la ventanita y su voz en el teléfono. Su risa y sus mohines. Esa potestad que tiene de hacerme reír con sus monerías, de enternecerme con su dulzura y de excitarme con sus travesuras.



Y no es que ahora no tenga noticias de ella. Todos los días –y a veces hasta dos o tres veces–, me manda un mensaje de texto desde el celular de su papá, se conecta desde un cyber o me llama por teléfono.
Sé que veinte días se pasan muy rápido y que cuando caiga en la cuenta, Lolita estará de regreso y viajando hacia aquí, para pasar unos días juntos. Sé, y me alegra, que esté disfrutando de su viaje. También sé, porque me lo dice cada vez que nos comunicamos, que ella me extraña tanto como yo a ella y que la distancia consiguió fortalecer nuestro vínculo.
Así y todo, no puedo evitar extrañarla.
Quizás, porque como dijo esa amiga nuestra tan querida: “estoy hasta las manos”. Como no lo había estado desde los lejanos tiempos de la adolescencia. Como no me imaginaba que podía llegar a estar nunca más en mi vida, y menos a mi edad.
Cuando pienso en esta relación nuestra que ya lleva dos años pese a las dificultaes, contra viento y marea, con oposiciones, problemas y el gran escollo que es la distancia, no puedo dejar de preguntarme cómo es que llegué, en el otoño de mi vida, a enamorarme de Lolita.
Entonces, la única respuesta que tengo a mano es recordar aquello que alguna vez le dijo Picasso a su hijo, haciendo alusión a Genevieve Laporte: “El hombre no deja de amar porque envejece. Envejece porque deja de amar”.
Genevieve, “La chica de los miércoles”, era una adolescente de diecisiete años cuando conoció a Pablo Picasso, que tenía setenta.

El Profesor

jueves, 3 de septiembre de 2009

Medias de Lolita

Acabábamos de encontrarnos en la estación terminal de ómnibus, en el último viaje de agosto.
Como siempre, luego de los abrazos, los besos y las sonrisas, nos tomamos de la mano y nos dirigimos a la cafetería en la que acostumbramos tomar el desayuno.
Nos sentamos, dejamos nuestros bolsos en una silla junto a nosotros, y nos quedamos esperando a que nos atendieran.
Hicimos nuestro pedido al mozo que se nos acercó, y mientras aguardábamos que llegara el pedido, el Profe sacó mis barritas de cereal (las trae en el bolso de mano), y después me dijo:
–Loli… te traje un regalito.
–¡Uy, Papi! ¿Qué es? ¿Qué me trajiste? –me entusiasman las sorpresas que me prepara.
Buscó en su valija, sacó un paquete envuelto en papel de regalo y me lo entregó.
Lo miré con una sonrisa y él me devolvió un gesto picarón. Cuando hace ese gesto con los ojitos y los labios es porque ha hecho alguna de las suyas. Y por lo general, es una travesura.
–Mmm... a ver qué será... –dije.
Rompí el envoltorio de colores y me encontré con algo suave… y rayado.
–¡Papi! ¡Medias de Lolita en serio!
–Para que te las pongas con esas chatitas negras... Son largas... podés usarlas con una minifalda. Te van a quedar hermosas, mi vida.
–¡Gracias, Papi! –le dije.
Me di cuenta que la gente de las mesas cercanas nos miraban con curiosidad, ya que yo había desplegado el par de medias largas arriba de la mesa y no dejaba de mirarlas y de mirarlo a él, sonriendo.
–¿Qué me merezco, Loli? –preguntó.
–Te merecés un beso enorme... ¡Así de grande! –contesté.
Me incorporé, fui hasta su silla, lo abracé del cuello y le di unos cuantos besos bien fuerte.
Cuando volví a mi lugar, la gente nos observaba con extrañeza. No era de lo más común que un padre le regalara a su hija unas medias rayadas en blanco y negro y que por eso la niña lo besara tanto.
En ese momento llegó el mozo con nuestros cafés y medialunas. Tuve que correr todo de la mesa para que pudiera apoyar la bandeja.
–Cuando las use con las chatitas, mi amor, me voy a sacar una foto y te la voy a mandar...
–Por favor –me dijo, mirándome a los ojos.
–Pero en estos días las voy a usar... supongo que querrás jugar con ellas y conmigo, ¿eh? –le pregunté, llevándome el dedito índice a la boca. Ese gesto de nenita traviesa que lo divierte y lo excita.
–Claro, Bebi, por algo las traje... es una fantasía que tenemos pendiente de realizar...
–¡Sos tremendo papi!
Sonrió y me sirvió el edulcorante, como suele hacer. Después, nos concentramos en el desayuno, porque ambos lo necesitábamos. Necesitábamos toda nuestra energía para después.



Así me quedan las medias “bucaneras” de Lolita. Las otras fotos, también con las medias, son exclusivas para nosotros dos.

Lolita

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El Prado

–¡Dale, papá! ¡Es por acá!
–Pero hija... me parece que es allá donde...
–No, papá, es por acá. ¿No ves que están entrando todos juntos?
Pero hija...
–Shhh... Dale, no discutas. ¿Quién te guió para retirar las valijas en la otra punta del aeropuerto, eh?
Me la imagino a Lolita, inquieta, movediza, rápida para las decisiones y con ese sentido común que tiene, arrastrando al padre para entrar al Museo del Prado.
Ayer me había anunciado que hoy irían a visitarlo. Le pedí que disfrutara de Goya, Zurbarán, El Greco, Ribera, Rembrandt y Velásquez. De todas las maravillas que iba a encontrar allí. Le avisé que ni se le ocurriese sacar una foto si no quería meterse en problemas.
Así que hoy se pasó la mayor parte del día recorriendo uno de los más exquisitos museos que he conocido.


Es como si pudiera verla sentada, absorta y extasiada, ante una obra de Tiziano. Caminando, de sala en sala, buscando con qué más regocijarse los ojos y el espíritu.
Entró siguiendo a una comitiva y cuando el padre le preguntó algo a uno de los miembros, el hombre lo miró, extrañado, como si no le entendiera lo que estaba diciendo.
Efectivamente, no le entendía ni la “a” porque era alemán.
Y lo que el papá de Lolita quería averiguar, es adónde se pagaba la entrada...
Lolita, emprendedora y audaz como es, se había mandado junto con la comitiva de alemanes... sin pagar los 8 € de la entrada. Ni ella, ni el padre.
De manera que –como me contó por teléfono en su llamada de cada día–, hoy iban a celebrarlo con una cena especial, gracias al ahorro involuntario de dieciséis euros.
Que la disfruten.

El Profesor