domingo, 28 de febrero de 2010

Luna enigmática, Luna llena

Loli: creo haberte mencionado que en noches como ésta, en las cuales la luna aparece, enigmática, como una moneda de plata brillando y recortándose en el fondo sombrío del cielo, hay que ser en extremo cuidadoso.


Misteriosa, indescifrable, clandestina, extraña, inescrutable y profética. Así se muestra, en noches como ésta, la Luna llena.
Recuerdo haberte dicho que los antiguos creían que la luna llena es mágica y tiene la potestad de incitarnos a la insensatez.
La luna llena, aseguraban los augures, apremia los instintos, estimula los sentidos, provoca las más alocadas fantasías e instiga al desenfreno. Y hasta nos invita –como una bíblica tentación–, a dejarnos llevar por la lujuria. Quizás, porque desde el origen de los tiempos, le asignaron categoría y condiciones de mujer.
Pero hay que ser cauteloso y prudente, en noches como ésta, enigmáticas y de luna llena.
Se puede salir muy lastimado.
Quizás ahora comprendas cabalmente de qué te hablaba

El Profesor


viernes, 26 de febrero de 2010

No Damar...

(O Tribulaciones Hoteleras Primera Parte)

–Gordi… ¡Mirá lo que encontré! –me escribió Loli en el chat, y me mandó un vínculo.
Estábamos planificando, ella desde su casa y yo desde la mía, el viaje de febrero, para celebrar juntos nuestro cumpleaños.
Hotel Damar lo invita a disfrutar plenamente de su estadía en Córdoba. Ubicado en el céntrico barrio de Nueva Córdoba, una atractiva zona donde se fusiona la riqueza histórica con el desarrollo contemporáneo, nuestro hotel le ofrece todo lo indispensable para que usted se sienta verdaderamente a gusto: calidez y un grato ambiente familiar” –decía el texto del inicio.
–¿Cambiamos de hotel? –le pregunté. Para nosotros, el Gran Hotel Victoria –sobre la peatonal 25 de Mayo–, es algo así como nuestra segunda casa. Hace mucho que somos pasajeros habituales y fuimos testigos –y nos aguantamos– todas las refacciones propias de la remodelación.
Además, para nosotros tiene una especial significación porque allí pasamos el último día de diciembre de 2008 y los primeros días del 2009, en el viaje en el cual pasamos nuestro primer fin y principio de año juntos cenando en su casa.
–Es que, Gordi… como son sólo cuatro días, podemos invertir la diferencia de precios en diversas actividades recreativas –argumentó.
Era una buena idea. Después de los viajes de octubre, noviembre, diciembre y enero, nuestra capacidad económico-financiera no era de opulencia, no estaba tan próspera como en otras oportunidades, bah.
Y es que la mudanza, los viajes y la merma de trabajo momentánea que se produce en el mes de las fiestas de fin de año, se estaba haciendo sentir.
De manera que le eché una ojeada a los precios del Hotel Damar, y la verdad que Lolita estaba en lo cierto. En cuatro días nos ahorrábamos una considerable cantidad de dinero.
Por otro lado, en la página web se asegura que “La mencionada ubicación de privilegio y la excelente atención de nuestro personal predispuesto a asesorarlo en su itinerario, se conjugan con 40 años de experiencia en el rubro, para garantizarle una agradable estadía al mejor precio de plaza”.
“Ajá –pensé–. Debe ser como era el Gran Hotel Victoria cuando empezamos a ir, un hotel tradicional que está remodelándose”.
–Ya llamé, Gordi, y hay capacidad y no hay problemas con la reserva
–dijo Loli.
De manera que tomamos la decisión y envié un correo electrónico para hacer la reserva.
Cuando leí que el “Hotel Damar es una gran oportunidad para conocer esta querida ciudad y sus pintorescos alrededores”, me sonó a argumento de promoción algo perimido, o de marketing de servicios pasado de moda, pero bueno, el Victoria también apelaba a textos de ese tipo antes de las refacciones.
Debo reconocer que el slogan (que también aparece pintado en las paredes de la entrada del edificio)
Desde toda Argentina. Las cuatro estaciones”, me desconcertó y por alguna razón me produjo una automática asociación con la obra de Vivaldi.
En la página web hay un banner con una imagen de las sierras y resulta que el hotel está en medio de la ciudad, lugar desde el cual no se ven las sierras ni con catalejo. Pero bueno, se sabe que no todos los que se dedican a armar sitios web tienen sentido común y criterio comercial.
Esperando que me respondieran el correo electrónico (que envié a la dirección de la página y a otra, de yahoo.com que figuraba allí) me puse a husmear. Entre otras cosas me informé acerca de que:
El “Damar Hotel está ubicado en Bv. Arturo Illia 518 entre las calles Balcarce y Tránsito Cáceres de Allende, a metros de la Terminal de Ómnibus” hecho que, según sus dueños, lo hace estar “Idealmente localizado”, porque además de estar a tres cuadras de la Estación Terminal de Ómnibus –lo que nos favorece a Loli y a mí, en especial el primer día ni bien arribo–, también está a tres cuadras de: a) El Parque Sarmiento (lugar al que teníamos pensado ir a cenar, hecho que consumamos); y del Museo de Ciencias Naturales, institución que no estaba en la lista de las “actividades recreativas varias” que hace Lolita en cada viaje, ya sea que yo vaya para allá o ella venga a Buenos Aires.
Claro que esa “localización ideal” lo ubica “A 5 cuadras de:
Plaza España”, y a otras tantas del Palacio Ferreyra y del Museo de Bellas Artes Emilio Caraffa, lugares que conocemos pero que no integraban nuestro periplo.
Para mayor abundamiento de los visitantes, también se informa que sólo median 7 cuadras entre el hospedaje y: a) la Iglesia Los Capuchinos (la que ya visitamos); b) el Paseo Buen Pastor (al que solemos ir, pero no en ese viaje); c) el Sanatorio Allende (lugar al que esperábamos no tener que asistir porque no sé si nuestra medicina prepaga lo tiene en la cartilla para casos de urgencia); d) la Manzana Jesuítica (nos conocemos la manzana íntegra y varias iglesias); e) la Plaza San Martín, el Cabildo Histórico (ubicado frente a la mencionada plaza remozada por la municipalidad) y la Catedral, lugares que frecuentamos habitualmente puesto que El Ruedo –uno de nuestros lugares de ingesta de “Carlitos” y lomitos al mediodía–, está ahí nomás, a unos pasos. d) El Patio Olmos, lugar casi obligado de visita, en especial por el cine. De manera tal que las mencionadas proximidades para nosotros, ni fu ni fa.
Los servicios que se ofrecen en el mencionado sitio web incluyen: habitaciones con baño privado, sábanas y toallas de algodón, servicio de limpieza, ventilador, desayuno, servicio de despertador y sala de uso común, TV con cable.

Ya volveremos sobre el particular.
También se ofrecen otros servicios adicionales, entre los cuales están el teléfono, el fax, el servicio de lavandería, el servicio de Bar las 24 horas y las cocheras, para aquellos pasajeros que conduzcan automóviles.
Pues bien y para no hacer muy larga esta primera parte, como no me contestaban el correo electrónico llamé desde Buenos Aires y el buen hombre que me atendió me aseguró que no había problemas con la reserva y que a nuestra llegada iba a estar esperándonos la habitación.
Cuando el micro estaba por entrar a la terminal, la vi a Loli, buscándome. De manera que ahí estaba yo, como cada vez, parado el primero junto a la puerta y, como viajaba sólo con una valija de mano, ni bien descendí del micro de “QUEBÚS” nos fuimos caminando en busca de un desayuno y hacer un poco de tiempo para que se hiciera la hora de ingreso.



A las nueve y minutos, del cinco de febrero del año del Señor de 2010, ingresamos por la puerta principal del Hotel Damar, cuya fachada no se condecía con la que habíamos visto y ostentaba la curiosa leyenda-slogan: “Desde toda Argentina. Las cuatro estaciones”, sin sospechar qué nos esperaba.
Se los cuento en el próximo capítulo. Ya tienen un anticipo: sobrevivimos.

El Profesor

miércoles, 24 de febrero de 2010

Sala de profesores

¡Uh! ¡El viejo no llegó todavía! Lo estamos esperando... (SMS recibido el 16 de febrero de 2010 19:47)
Tranquila, Princesita… Ya va a llegar. (SMS enviado el 16 de febrero de 2010 19:49)
(…)
¡Todavía no vino! Con los otros chicos ya no sabemos que hacer... (SMS recibido el 16 de febrero de 2010 20:26)
¿No hay nadie a quien preguntarle? ¿En la secretaría? ¿En la sala de profesores? (SMS enviado el 16 de febrero de 2010 20:29)
(…)
¡Es un atorrante! ¡No sabés lo que hizo! Cuando llegue a casa te cuento… (SMS recibido el 16 de febrero de 2010 20:41)
Sí, mi amor… Tranquila. Avisame cuando llegás (SMS enviado el 16 de febrero de 2010 20:44)

Ese martes 16 de febrero, Loli tenía que dar el último examen. Ya había aprobado el escrito (aunque aún no lo sabía) y sólo le faltaba el oral. El atorrante de marras del mensaje no es otro que el profesor que, cuando terminaron de rendir el escrito, les ofreció y les dio a los alumnos su número de celular para que, durante el fin de semana, pudieran preguntarle cómo les había ido, porque en base al resultado, tenían que presentarse o no ese día.
Durante el fin de semana, Lolita se gastó los dedos llamando y nadie contestaba la llamada. Ante situaciones como éstas, no puede con su ansiedad, y es comprensible.
Hice lo posible por serenarla porque sé qué se siente en situaciones similares, así que le expliqué que a lo mejor el tipo no había terminado de corregir, pero que seguramente el martes 16, iban a estar los resultados en la cartelera, que en la UNC se llama “box”.
El profesor los había citado para las siete de la tarde. Como habrán leído, a las nueve menos cuarto de la noche, Loli estaba volviendo para la casa en un taxi, hecha una furia.
¿Qué había pasado? El tipo no aparecía por ningún lado y en la cartelera, la nota no estaba. Loli tomó la iniciativa y se fue hasta la sala de profesores para ver si estaba ahí, y la encontró así de vacía.



Por fin, a las ocho y media, hartos de buscarlo por todo el edificio, sin saber qué hacer y con el temor de perder la fecha de examen, apareció uno de los compañeros que dijo tener otro número de teléfono del tipo. Lolita no vaciló ni un instante y lo llamó.
–¿Profesor? –dijo.
–¿Sí? –contestó la voz, del otro lado del teléfono.
–Estamos acá, esperándolo...
–¿Cómo esperándome?
–Y sí... Estuvimos esperando para conocer las notas y dar el final...
–Bueno –contestó tan campante y desfachatado, el tipo–, yo estuve ahí y no los ví.
–¿Adónde estuvo? Lo buscamos por todos lados y...
–En la facultad, tomando examen –dijo, con total desparpajo.Y siguió arguyendo que había estado tomando examen a un alumno en la sala de profesores.
¡No quieran saber cómo se puso Lolita!
Era ostensible que el señor-docente-atorrante no había estado ahí, quizás ni siquiera había ido a la facultad, y no tenía la decencia ni era capaz de admitirlo.
Preguntado que fue por los alumnos acerca de para qué les había dado un celular que nunca comunicaba para saber cómo les había ido, les contestó que se había equivocado de número y les había dado el del aparato anterior.
Resultado: los citó para el día siguiente sin siquiera exponer en la cartelera el resultado de los exámenes escritos.
–Vos aprobaste –le dijo a Loli–. Presentate el jueves 18 a las cinco de la tarde, que te tomo el oral.
Era ostensible que el señor-docente-atorrante no había estado ahí y que recién llegaba.
Preguntado que fue por los alumnos acerca de para qué les había dado el número de celular que nunca comunicaba, les contestó que se había equivocado de número y les había dado el del aparato anterior.
Y así fue. El jueves, vuelta a la facultad, a las cinco de la tarde y, ¿a qué no se imaginan qué hizo el mentado docente? ¡Sí! ¡Claro! ¡Llegó tarde otra vez!
(…)
El viejo chanta vino tarde... Pero ¡aprobé con 7, mi vida! ¡Por finnn! (SMS recibido el 18 de febrero de 2010 19:18)
¡Qué bueno, princesita! ¿Viste que todo iba a terminar bien? (SMS enviado el 18 de febrero de 2010 19:25)

(Conversación telefónica mantenida el 18 de febrero de 2010 a las 21:30 horas)
–¿Sabés, gordi? A veces no entiendo cómo la gente puede ser tan irresponsable, desgraciada, mentirosa y fastidiosa. Peor aún cuando además ostenta un título universitario...
–Loli, Loli… Un título universitario no es garantía de honestidad, seriedad, veracidad, responsabilidad y don de gentes.
–Mjm…
–Yo que vos, Princesita, me iría preparando para enfrentarme a muchos tipos como ése en la carrera. Lamentablemente, hay más de los que debería. Y pensar que se autotitulan “Profesores”, así, con mayúsculas. Por eso, por la importancia que se dan y que creen que tienen, es que se permiten este tipo de arbitrariedades y de falta de respeto hacia los alumnos.
–¿Y ¿cómo llegaron a ser profesores?
–¿Qué decirte? ¿Como llegan los políticos al poder? Y vos ya ves los resultados.
–¿Y no se puede hacer nada?
–Mirá… lo que yo te sugiero es que anheles lo mejor y te prepares para lo peor. De manera que si sucede esto último, no te toma desprevenida. Y si sucede lo mejor, te va a sorprender y te vas a alegrar mucho.
–Papi..
–¿Mhhh-hh?
–Gracias por ser como sos conmigo, mi amor. Sos el mejor regalo que la vida me ha hecho.
–Loli, yo…
–Shhh… dejame que te lo diga: sos el que me da paz y me tranquiliza en los peores momentos, el que me consuela, el que me sostiene para que no me caiga, el que me impulsa. ¡Gracias, Papi!
–Mi chiquita…
–Además, ¿sabés? Sos el que me hace latir fuerte el ♥ ¡Ji ji ji!


El Profesor

domingo, 21 de febrero de 2010

Entre pecho y espalda

Esa mañana del seis de febrero, empezó de la manera en que suele despertarme Loli:

“–Papiiiiii!!!! ¡Levantate que hoy es día de excursión!
–Ñam, ñam… mmmhmm… ¿Qué hora es?
–¡Las siete y media! ¡No hay que perder ni un minuto! ¡Mirá qué hermoso sol hay afuera! ¡Hay que aprovechar el día!
–¡Ay, Dios! ¿No me dejás dormir un ratito más?”

Como era de esperar, no me dejó, porque cuando se trata de actividades recreativas, Lolita se muestra tan predispuesta a alterar los horarios, como los K a admitir que la inflación está transformándose en un problema serio.
De manera que una media hora después caminábamos por el lóbrego pasillo del hotel que desembocaba en la recepción-salón-comedor-sala-de-estar-de-uso-común-TV-con-cable, para tomar nuestro primer desayuno, y anoticiarnos que Eduviges (una de las dueñas), era más malhumorada que Felicitas (la otra dueña) y que el desayuno, haciendo juego con el resto del edificio de hospedaje, no era malo. Era peor.
Pero eso será motivo de otra entrada, de modo que pasemos a la primicia.
Como contó Lolita, ella llevaba la mochila con todo lo necesario para nuestra excursión en la mano y estaba a punto de colgársela en la espalda cuando la agarré yo.
–Yo llevo la mochilita, Loli.
–Pero Papi... ¿Vos con la mochilita? ¿Desde cuando?
–Loli, Loli... ¿tenés idea de cuántas mochilas cargué entre los trece y los dieciocho años? Dale, ayudame a colgármela.
Así las cosas, como ella contó en un post anterior, diez pasos después ambos dirigimos nuestra vista al mismo tiempo hacia la vidriera de una sandwichería, desde la cual unos tentadores emparedados de pan de miga blanco y negro parecían estar llamándonos.
–Bebi... ¿Qué vamos a almorzar, hoy? –le pregunté, conociendo de antemano la respuesta.
De manera que dos segundos después estábamos dentro del local en el que tuvimos que esperar unos diez minutos (y si no lo fueron lo parecieron), hasta que apareciera alguien para atendernos.
En realidad, había alguien. A un costado, en algo que parecía ser una cabina de teléfono, un señor estaba enfrascado en una conversación con su interlocutor del otro lado de la línea, pero nunca nos enteramos si era el paspáu del dueño o un transeúnte como nosotros que sencillamente había entrado a hacer una llamada de teléfono.
Por fin –yo estaba considerando seriamente la posibilidad de llenar la mochila con diferentes productos y hacen “ring-raje”–, cuando apareció una señorita.
–Buenassssss... Zzz...zzzz...zzz (silbidito mencionado por Lolita).
–¿Qué necesitan? –preguntó la señorita.
(Dos pasajes a Cancún, en un crucero de lujo en primera clase, con uso irrestricto de todas las instalaciones del buque, con todo pago, incluidas las diferentes boutiques y el free-shop y las visitas, comidas y otras actividades recreativas en cada puerto en que se detenga), pensé.
–Mhh-hhh... Unos sánguches –dije.
Y nos enfrascamos –la señorita y yo–, en una amable charla gastronómica acerca de la esencia salada –por definición– de la bondiola, y su variante “serrana”, a la que se le agregan condimentos como el pimentón, propios del jamón serrano (de ahí su nombre), que la mencionada despachante parecía desconocer.
Pero como el ojo es más rápido que la palabra –y una de las características de nosotros, los seres humanos, es que podemos hacer varias cosas a la vez (al menos Loli y yo podemos)–, mientras departía con la señorita y Lolita miraba para otro lado, como si no me conociera o fuera un pariente muy lejano, había advertido la presencia de varias bandejas atiborradas de confituras de distinto tipo.
Y aunque admito que no soy muy afecto a los dulces – a excepción, quizás, de las medialunas y la pastafrola–, por el rabillo del ojo advertí la presencia de una de esas tartas de hojaldre con manzana que me hacen acordar al strudel que hacía mi mamá.
De manera que –mitad por nostálgica reminiscencia y mitad porque el desayuno del establecimiento hotelero había sido más bien mezquino–, es que estiré una mano y tomé, sin más, una de aquellas estupendas masas, me dirigí hacia el mostrador con la confitura en la mano y antes que la señorita pudiera decir “¡Agua, va!”, le pegué un tarascón.
Loli, como suele suceder en esos casos, concentra su atención en cualquier objeto o situación que le permita pasar desapercibida, buscando desesperadamente la palanca.
¿Cómo qué palanca?
La palanca para que se la trague la tierra, claro.
Bien, para no desperdigarnos en el relato, y mientras Lolita pensaba “Ay, Dios, ¿ahora qué locura va a hacer?”, le dije a la señorita, con la boca bastante llena de hojaldre y manzana:
–Mhhh.... foy a shefar eshta... ¿E a fuedo shefar fueshta entde fesho y eshfalda? ¡Ñam! ¡Crunch! –dije.
Loli se tapó la boca, pero le resultó imposible contener la carcajada. Creo que le causó gracia eso de “Entre pecho y espalda”.
La vendedora me miró y, ante el hecho consumado de que ya media tarta de manzana había desaparecido en mis fauces, respondió con un tímido:
–Y... sí...
¿Qué iba a contestar la pobre dependienta? Creo que lo único que rogaba es que, al momento de pagar, yo le reconociera la tarta de manzana que estaba degustando con tanto placer.
Como estaba en un día en que mi generosidad de espíritu sale de paseo, en el momento de pagar –y mientras seguía mascando mi exquisita tarta, cuidando que ningún trozo de manzana pegajosa aterrizara sobre mi inmaculada remera celeste–, incluí en la cuenta el valor de la confitura y con un gentil saludo por mi parte y un lacónico “Chau”, de Loli, nos fuimos.



Hete aquí la prueba contundente de que no sólo estaba zampándome la tarta de hojaldre, sino que la mochilita estaba colgada de mis hombros, al mejor estilo pendejeril (y no tanto, porque ¡he visto a cada boludón cargando mochilita!), en el momento de salir del local.


Y puesto que la tarta de manzana tenía considerables dimensiones, he aquí la prueba irrefutable que, como contó Loli, no sólo iba caminando lo más campante por el Boulevard Illia con mi mochilita al hombro, sino que seguí zampándome la tarta camino de la terminal sin el menor atisbo de vergüenza, donde abordaríamos uno de esos encantadores mini-buses (PhonoBus, para ser más precisos) rumbo a los pagos de Tanti, donde nos esperaba Pekos y un hermoso día de esparcimiento y pileta.
Porque pese a lo que ha comentado nuestro seguidor Adrián, aquí –y no sólo en Córdoba, sino también en Buenos Aires... y si el pueblo es chico, peor aún–, no es común ver a un señor mayor, con aspecto juvenil, llevando de la cintura a una joven de aspecto aniñado, con mochilita, bermudas, remerita veraniega, y dando buena cuenta de una tarta de manzana en pleno centro de la ciudad.
¡Bueh! ¿Qué remedio? Como le dije a Lolita cuando me hizo notar que la gente me observaba con cierto atisbo de sorpresa:
–Loli... Mfff.. ¡Crunch! La tarta de manzana... ¡Crunch! ¿Me la pagan los que miran?
–Ji ji ji... No, Papi.
–¿Me asisten en la enfermedad... ¡Mfff! ¡Ñam! ¡Ñam!
–Jajaj... No.
–Si necesito consuelo espiritual, ¿me lo dan? ¡Ñam!
¡Mffftshshh! ¡Mffftshshh! (chupeteándome los dedos).
–Mjm... No que yo sepa.
–¿Entonces? Qué me importa lo que piensen o crean o digan, ¿eh? –le respondí, esgrimiendo un argumento del tipo retórico, pero irrebatible.

El Profesor
PD: Por razones que espero resulten entendibles, y para mantener la imagen ideal que pueden haberse hecho de nosotros (y en especial de mi persona), he recortado la foto original dejando sólo la evidencia de la mochila y la mencionada tarta de hojaldre y manzana. Lo siento por los curiosos que se mueren por saber cómo somos en la realidad.
Fotos by Lolita


sábado, 13 de febrero de 2010

¡Feliz día de San Valentín!

Papi, mi amor:

¿Sabés? Cuando llega un día especial, a todos nos pasa que sentimos que tenemos mucho para decirle a esa persona que sentimos más cercana y que es una parte tan importante de nuestra vida.
Y hoy es un día más que especial: Hoy es San Valentín, día de los enamorados, día del amor, día propicio para celebrar la unión, el cariño, la pasión…
Y es hoy cuando quiero decirte una vez más lo mucho que te AMO y cuánto aprecio tu cariño, tus gestos más tiernos conmigo y tus miradas tan cargadas de ternura.
Fuiste vos el primero que llegó a mi vida, al que aprendí a amar con todo mi ser y el hombre que siempre soñé tener a mi lado.
¿Cómo olvidar esas fuertes emociones que sentía –y que nunca antes había experimentado en mi corta vida– cada vez que me escribías, me hablabas por teléfono, o más aún, cuando te tenía frente a mí?
¿Te das cuenta que fuiste y sos el dueño exclusivo de mi corazoncito, al punto de sentir que dos años después, e incluso viéndonos bastante más seguido que al principio, aún me siento completamente enamorada de vos? ¿Podés sentir la intensidad con que te amo?
Siempre recuerdo con tanto cariño ese primer día, el comienzo de todo, la primera página que, sin darnos cuenta, estábamos escribiendo de nuestra historia… y que resultó llegar hasta donde ni nosotros mismos lo imaginábamos.
¿Sabés qué? Cuando te tengo a mi lado, para mí todos los días son “San Valentín”…El amor para nosotros no tiene fecha ni día especial. Podemos vivirlo y disfrutarlo todos los días…


¿Cómo explicarte en palabras lo que sos para mí y lo que significás en mi vida?
Puedo intentarlo diciéndote que…
Sos mi alegría, mi risa, mi momento más feliz, mi luz y todo mi firmamento de estrellas…
Sos mi bálsamo en los momentos de desasosiego, mi paz, mi tranquilidad, mi consuelo, mi soporte…
Sos mi pasión, mi mayor inspiración, mi sana obsesión, mi cordura, mi locura y el que por momentos me quita la razón…
Sos el que saca lo mejor de mí, el que me guía y me aconseja, el que minimiza mis problemas y agranda mis ilusiones…
Sos el que ensancha poquito a poco mi corazón y va ocupando todo ese espacio…
Sos como otra parte de mí, sos mi otra mitad, mi alma gemela, mi media naranja…
Con vos, mi amor, siento que tengo todo lo que necesito, que nada es imposible y que el amor todo lo puede.
¿Acaso no pudimos comprobar esto juntos en todo este tiempo?

¡Feliz día de San Valentín, mi vida!
TE AMO
Tu Princesita. (Lolita)

viernes, 12 de febrero de 2010

Lo mejor de tu vida...

–Papi...
–¿Qué te sucede, Loli? ¿Por qué esa carita..?
–Me siento mal... me duele la cabeza, debe ser el calor...
–No, Loli. No es el calor, vos sabés de qué se trata.
–No sé
(...)
–Bueno... shi... a lo mejor shé
–Sí, Loli. Sabés. Quizás te cuesta reconocerlo, pero lo sabés. Todos sabemos los que nos pasa, aunque nos cueste ponerlo en palabras.
–Mjm...
(...)
–Papi...
–¿Mhhh-hh?
–¿Por qué es tan difícil todo?
–Ah... Era eso...
–Mjm... Pero ¿por qué es tan difícil todo, Papi? Contestame...
–Porque el amor cuesta, Princesita. Y es justo que cueste...
–¡Ufa, sí! ¡Ya me lo dijiste! ¡Me lo sé de memoria! Y no me sirve de consuelo al hecho que cada vez más siento que quiero verte, pero parece todo más complicado.
–¿Te parece? ¿Más complicado que antes?
–Bueno... no... no es más complicado que antes, y tal vez porque ahora no es tan complicado, es que te extraño tanto.
–Pero si todavía no hace ni una semana que estuve allá, Loli. Fuimos a Pekos, pasamos unos días muy lindos, festejamos el cumple en tu casa, dormí en tu camita, me dí una ducha en tu baño... Todo eso, hace dos años, no eran más que sueños.
–Sí, pero ahora no sé cuándo vamos a volver a vernos...
–Puede ser que no lo sepas y yo tampoco, pero así son las cosas, Princesita. Mirá, cuando todo es fácil, cuando no hay que hacer un esfuerzo de generosidad de espíritu, cuando tenemos todo... ¿cómo sabemos que es amor lo que sentimos, Loli? Si tenemos todo ¿no será comodidad? ¿No será que nos confundimos con una ilusión? El amor cuesta, Loli... Y por cada momento de intensidad profundo, tenemos que pagar con monedas que pesan mucho, chiquita mía. Tenemos que extrañar, sentir la ausencia, creer que el mundo se nos viene abajo...
–¿Y eso es amor, Papi?
–Sí, mi vida. Es como la virtud, ¿ves? Si no cuesta trabajo, no es virtud, es un regalo.
–Ah...
–Mirá: cuando leo los comentarios que nos dejan quienes nos leen me da la sensación que creen que para nosotros todo es fácil. Creo que el hecho que contemos lo mejor de nuestra relación, los fascina a tal punto que creen que para nosotros todo es sencillo. No sé si se imaginan que nos separan muchos kilómetros y que cada viaje tuyo y cada viaje mío nos cuesta, y mucho, y que todavía la vida no hizo lo necesario para que podamos estar juntos todos los días. ¿No te parece?
–Sí, Papi, a lo mejor es así.
–Pero también puede ser que quienes nos leen y nos dejan sus palabras de aliento saben o suponen que nada es tan fácil ni ideal. Que el amor cuesta, y cuesta mucho.
–Sí, Gordi. Lo que digas va a ser correcto, pero la realidad es otra. Pasa que me duele la distancia.
–Loli, a mí también me duele la distancia y yo...
–Sí, sí, ya sé... vos me lo dijiste antes de que te conociera. Me avisaste que iba a ser así y en ese momento yo no pensaba en la realidad. Y, la verdad, no me sirve de consuelo.
–Es parte del aprendizaje de la vida, mi pequeña. Sólo cuando la idea se te haga carne y puedas afrontar las dificultades y comprender y ser paciente, esos escollos que nos pone la vida no van a parecer tan insalvables, Loli.
–¿Siempre es así, Papi?
–Sí, mi amor. Y como te dije antes, para vivir el amor con plenitud, tenemos que dejar de lado el intelecto y sólo escuchar al corazón. Porque, después de toda esta larga vida mía si hay algo que aprendí es que la vida sin amor, no tiene sentido. Que el corazón tiene razones que la razón no comprende. Que llegar al final de este largo viaje que es la existencia sin haber amado, es como no haber vivido. Que el amor se pone a prueba en los momentos difíciles, cuando lo único que tenemos por delante es la incertidumbre. ¿Ves por qué te repito hasta el hartazgo que el amor cuesta y es justo que cueste?
–(...)
–Papi...
–Mhhh-hh
–¿Entonces nada es fácil en esta vida?
–No, Princesita. Nada es fácil. Algunas cosas son más fáciles que otras, es cierto. Pero nada es fácil.
–(...)
–Papi...
–¿Qué mi cielo?
–¿Podés abrazarme fuerte, fuerte?
–Sí, claro... ¡Vení para acá!
–Papi...




–¿Mhhh-hh?
–Sos un gran novio… ¿Sabés?
–¿Ahá? Y... ¿por qué soy un gran novio?
–Porque sos un gran novio. Porque sí. Porque lo digo yo. Porque siento que lo mejor de tu vida me lo he llevado yo... Lo mejor de tu vida lo he disfrutado yo...


El Profesor

Foto: Massimiliano Uccelleti

jueves, 11 de febrero de 2010

Y si te dijera...

Princesita:

¿Y si te dijera que de todos los cumpleaños de mi vida este, el de mis sesenta años, es el que me dio más felicidad?
¿Y si te dijera que me sentí tan, pero tan bien ahí, en tu casa, en esa hermosa noche sin lluvia que Dios nos regaló para que pudiésemos disfrutar de la cena en el jardín?
¿Y si te dijera que por primera vez, desde aquella vez que cumplí diez años que nunca antes me había sentido tan querido y tan mimado?
En todo esto estuve pensando hoy, querida mía.
¿Sabés? Uno aprende a apreciar el verdadero valor del amor, del cariño, de los mimos y las atenciones cuando las tiene aunque sea por una vez en esta vida.
No sé si podés imaginarte cuánto significó para mí cumplir mis sesenta años con tus diecinueve y con los cincuenta y seis de tu papá.




No sé si tenés una idea de cómo disfruté de tus mimos –por primera vez delante de tu papá, sin tapujos–, del asadito, de la ensalada, de las tortas y las velitas, de tu tarjeta, que leí una y otra vez hoy, ya estando acá.
No sé si podés imaginar cuánto representó para mí poder estar a tu lado un día así, con la magia extra que significa que ambos cumplimos años el mismo día.
¿Será cierto lo de las almas gemelas?
No sé si alcanzás a comprender y medir la felicidad que me produce que te brillen los ojos, que brindes con una copa de ananá con champaña, que soplemos las velitas, que compartamos la bendición que significa una rica comida, una noche estrellada, un jardín que huele a romero, tomillo, lavanda y limones tempranos.
Sé, sí, mirando esas fotos que me mandaste, que fuiste feliz esa noche del siete de febrero de 2010. Te brillaban los ojitos y esa sonrisa llena de dientitos como perlas que me cautiva, estaba más radiante, más plena.
Sé, sí, que por algún extraño designio de la vida nos cruzamos tan a destiempo, como si el cruce mismo fuera un desafío para mostrarle al mundo que el amor no tiene edad. Que a los sentimientos no les interesa el tiempo; que el corazón tiene razones que la razón no entiende.
Antes que termine este día, mi dulce Princesita, quería decirte esto.
Antes que termine este día, Loli, quiero decirte que te amo desde lo mejor de mi corazón.
Antes que este día se vaya, Loli, mi amor, quiero decirte que si Dios y la vida me dan la oportunidad y durante todo el tiempo que me quede, voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que te sientas feliz, plena, segura, mimada, amada, querida, adorada.
Así como adoro tu cuerpo y esos labios dulces que tenés y que yo tengo el privilegio de poder besar.
Te amo, Loli.

El Profesor

PD: Tenía pensado escribir acerca de las tribulaciones que tuvimos que padecer con Loli en un hotel al que nunca habíamos ido antes, pero cambié de idea. Lo que vivimos el día de nuestro cumpleaños, merece ser contado con la carta que le escribí a Loli.
Lo del hotel, puede esperar hasta mañana.


Foto: by Lolita

martes, 9 de febrero de 2010

¡Sos terrible... mente divertido!

–Papiiiiii!!!! ¡Levantate que hoy es día de excursión!
–Ñam, ñam… mmmhmm… ¿Qué hora es?
–¡Las siete y media! ¡No hay que perder ni un minuto! ¡Mirá qué hermoso sol hay afuera! ¡Hay que aprovechar el día!
–¡Ay, Dios! ¿No me dejás dormir un ratito más?
–No, Gordi. Hay que levantarse. Hay que lavarse la carita, bañarse y preparar todo.
–¿¿??
–Además hay que llegar a tiempo a la estación para tomar el micro cuanto antes.
–¡Pero Loli! ¡Pasan a cada rato!
–Cada media hora.
–Bueno… ¡Media hora más, media hora menos no le hace nada!
–Y hay que ir a tomar el desayuno, también.
–Uuufff… Bueno, ya me levanto.
Después de un rato, ambos estábamos listos para partir a un lugarcito de las sierras de Córdoba donde se ubican tres parques temáticos diferentes y donde, a pesar de que yo había ido en dos ocasiones hace tiempo, tenía la ilusión de volver con él.
Salimos, luego de tomar el desayuno servido por una de las malhumoradas dueñas del hotel (ése es tema para otro post) y nos dirigimos a la terminal de ómnibus que quedaba a pocas cuadras. Yo llevaba la mochila en la mano con todo lo que nos haría falta y estaba a punto de colgármela a la espalda cuando el Profe la agarró.
–¡Yo llevo la mochilita!
–Pero papi… ¿Vos con la mochilita? ¿Desde cuándo?
–Yo la quiero llevar. Ayudame a colgármela.
Y bueno, lo dejé. Me di cuenta de que estaba de excelente humor (estaba en uno de esos días tan geniales en que no para de hacerme reír con sus payasadas) y no quería ponerme a discutir por quien llevaba la mochila. Se la colgué y nos fuimos. Yo con nada y él cargado y con aspecto de alumno de primaria demasiado crecido.
No alcanzamos a dar diez pasos que algo nos detuvo en el camino: unos tentadores sándwiches de pan blanco y negro que se exponían en la vidriera de una panadería. Mi papi me miró cómplice y con una sonrisa me preguntó:
–Bebi…¿Qué vamos a almorzar hoy?
–Mmm… Allá seguro que todo está caro…si es que hay restaurantes. ¿Qué mejor que unos buenos sándwiches de miga?
Así que entramos. Durante unos diez minutos estuvimos a la espera de que alguien nos atendiera. Hasta que llegó de afuera una señorita.
–Buenasssss –Dijo mi papi, con ese silbidito tan simpático que hace con ayuda de los dientes y que a pesar de practicarlo todavía no me sale del todo. –¿Éstos de qué son? –Preguntó.
–De jamón y queso. Y aquellos de bondiola.
–¿Bondiola serrana o de la común?
–Si, bondiola salada.
Se rió.
–Si, ya sé, todas las bondiolas son saladas… Yo pregunté si es serrana.
La chica confesó que no tenía la menor idea pero el profe los compró igual. A mí me compró otros de jamón y queso.
De repente, me di cuenta que se había puesto a observar unas tentadoras facturas de hojaldre con manzanas arriba. Sin decir nada eligió una y la llevó en la mano hasta el mostrador.




Yo me fui acercando disimuladamente a la puerta mientras pensaba: “Ay, Dios, ¡ahora qué locura va a hacer!”. De pronto escuché:
–Voy a llevar ésta… ¿Me la puedo llevar puesta, entre pecho y espalda?
Me salió una carcajada que no pude reprimir.
La vendedora lo miró.
–Si…
Apenas terminó de decir esto, el Profe le pegó un generoso mordisco al alimento.
Pagó todo y luego nos fuimos.
Ahora la imagen era más graciosa aún: no sólo llevaba la mochilita sino que se iba zampando una masita por la calle, al tiempo que hablaba conmigo, sin ningún tipo de vergüenza. Mi papi es así…
Tomamos el micro y una hora después ya estábamos en nuestro destino.
Pasamos una tarde genial: paseamos por el parque temático, vimos hermosos animales, presenciamos un show de lobos marinos, un espectáculo de magia, recorrimos un laberinto de espejos, entramos al acuario, al serpentario y a la tienda de las abejas. (Donde me sugirió que quizás podría comprarse un frasquito de jalea real que según la guía que daba la explicación, tenía propiedades inigualables. ¿Qué hice? Se lo compré y se lo regalé).




Cuando terminamos con ese parque, y luego de un pequeño descanso y un refrigerio líquido, nos fuimos a la pileta del otro complejo, que tenía dos toboganes de agua por donde me tiré un millar de veces.
Volvimos cuando ya caía la nochecita en un cómodo micro.
–Papi…
–¿Si, Loli?
–¡Cómo me divertí hoy! ¡Gracias! ¡Me encanta que estés de tan buen humor!
–Yo también me divertí mucho, mi amor. No tenés que agradecerme. Soy así porque me siento feliz cada vez que vengo a Córdoba a estar con vos.
Nunca dejo de asombrarme y de agradecerle ese espíritu joven que tiene y esas energías que lo hacen ser un hombre tan particular y valioso. Y si, debo decirlo: mi Papi es tan único y especial…

Lolita

domingo, 7 de febrero de 2010

Un día especial

Para todos los que se preguntan por nuestra súbita desaparición de este espacio, quiero dejarlos tranquilos de que estamos bien, sólo que… estamos juntos. Y cuando estamos juntos rara vez nos sentamos frente a una computadora a revisar correos, escribir post o trabajar. Cuando estamos juntos nos dedicamos a disfrutar cada momento compartido y a divertirnos a más no poder.
Para alegría de ambos, el Profe, después de un largo tiempo de no viajar para estos lados –durante los últimos meses estuve viajando yo–, llegó a Córdoba el pasado viernes para pasar un fin de semana especial.
Y el día más importante de esta semana especial, es éste.
¿Por qué justo hoy, domingo 7 de febrero?


¡Porque hoy es nuestro cumpleaños!
¡Los dos festejamos el mismo día nuestro aniversario de nacimiento!
Hoy nos dedicamos a vivir al máximo: estuvimos en lugares de Córdoba que tanto extrañábamos y que ya los sentíamos tan nuestros por toda la historia que compartimos en ellos. También paseamos por el Shopping y disfrutamos de una buena peli en el cine.
Ahora estamos los dos en mi casa, preparándonos para tener una linda noche, comer un rico asadito bajo las estrellas preparado por mi papá y más tarde soplar las velitas de una torta veraniega (torta helada) al tiempo que pedimos nuestros tres deseos, esos que llevamos en el corazón y que con tanto anhelo deseamos que se hagan realidad.
Dentro de unos días les contaremos con más detalle las aventuras que vivimos en estos días…

Lolita & El Profesor