sábado, 25 de septiembre de 2010

Diario de Lolita: La fuerza del amor

El tiempo pasaba. Nuestro amor crecía. Mi pasión se desbordaba. Mi corazón se aceleraba y me emocionaba con sólo escuchar su voz en el teléfono... En nuestras románticas conversaciones yo había pasado de decirle que lo quería a manifestarle que lo amaba con toda mi alma y como a nadie en el mundo, y recuerdo que él me contestaba: “No podés amarme, si todavía no me conocés, Frutillita”. Pero mi corazón no me engañaba. Ya había empezado a amarlo sin siquiera haberlo visto.

Nuestras charlas telefónicas duraban horas, durante las que nos contábamos tantas cosas. Se había convertido en mi confidente. Sentía que con él podía hablar de todo, sin excepción. Mi amorcito se había ganado mi confianza. En él había encontrado a un amigo verdadero, a un papá comprensivo y cariñoso, a un hombre ideal para pareja que, lamentablemente, yo no encontraba entre los adolescentes de mi edad. El Profe había entrado en mi vida y, desde ese preciso instante, aparecía en todas las ensoñaciones que me asaltaban dormida y despierta. Me pasaba horas imaginando la vida al lado suyo, el poder irme a vivir con él, el ser su mujercita para siempre...

Luego de una interminable espera que padecí día tras día, por fin puso fecha para viajar y cumpliría con su promesa. Recuerdo que los días anteriores, estaba muy nerviosa por saber que por fin lo conocería. Estas ansias hacían que lo llamara todo el tiempo para decirle una y otra vez cuánto lo amaba y las ganas que tenía de estar a su lado. Quería que me repitiera una y otra vez qué me haría cuando estuviéramos a solas y de qué forma me amaría, para poder así dar rienda suelta a mi imaginación, a ese erotismo adolescente que me había despertado y que con tanto cuidado y ternura me había enseñado a reconocer y aceptar.

Para poder hacer realidad mi sueño de estar con él, necesitaba un plan perfecto para inventar en mi casa y poder estar así la mayor cantidad de horas disfrutando a su lado.

Necesitaba disimular mi excitación y la ansiedad que me asaltaba de estar por vez primera a solas y a merced de un hombre que me generaba imágenes deliciosas en el cerebro, sensaciones excitantes en el cuerpo y me despertaba las emociones más intensas que jamás había anhelado experimentar. Y ese no era un problema menor, porque mi papá ya había descubierto que entre El Profe y yo pasaba algo que, como es lógico suponer, lo inquietaba, lo desequilibraba y lo asustaba al punto del colapso nervioso.

Por momentos, tanto El Profe como yo, sentíamos que nuestro romance era muy difícil, que teníamos el mundo en contra, que se nos hacía imposible... Pero al recordar nuestros mejores momentos, la arrebatada emoción que nos embargaba de estar el uno con el otro, nos daba fuerzas y seguíamos luchando para seguir adelante juntos.

Fue durante esos meses que aprendí que esa fuerza tan poderosa que es el amor engrandece, une, alegra, restaña, libera, fortalece, embriaga, consume, obsesiona y hasta trasciende los límites del bien y del mal. El amor se salta todas las barreras de la sensatez y, a los empujones, nos lleva a cometer cualquier desatino. De esos que trastocan y modifican, de un día para el otro, el rumbo de nuestra existencia

Nosotros estábamos a punto de cometer uno, y de los grandes.



Lolita



jueves, 23 de septiembre de 2010

Diario de El Profesor: Vacilaciones

Cuántas veces estuve a punto de comprar los pasajes, y cuántas otras desistí. Entre el veinte y el veintidós de ese septiembre de 2007, Loli me mandó dieciséis mensajes de texto, siete chats y cuatro correos.
Yo ya había decidido que no iba a viajar, y se lo había dicho. La escuché llorar y la imaginé haciendo pucheros y sé le dolió, que se sintió mal, porque estaba ilusionada y ansiosa. Loli se ponía y se pone muy ansiosa cuando anhela algo.
Hoy todavía trato de recordar qué me llevaba a negarme a emprender ese viaje, qué me hacía dudar tanto en el momento de tomar una decisión. Digamos que no soy el tipo de hombre propenso a las vacilaciones, más bien todo lo contrario. Pero con Loli, cuando llegaba el momento de pensar en viajar a conocerla, ¡zapate! Se me venía encima toda la estantería.
Quizás otro hubiera abordado un micro sin dudarlo, dada la perspectiva de encontrarse con un bomboncito como era esa chiquitina sorprendente, pero yo soy yo y, para bien o para mal, no podía dejar de lado la responsabilidad que significaba para mi dar un paso más allá del que ya había dado en chats, cartas y conversaciones telefónicas y del que, más de una vez me arrepentí, sumido en la culpa y el arrepentimiento por haber llegado tan lejos.
Por otro lado la personalidad de Lolita ejercía sobre mí el mismo efecto que un gigantesco imán ubicado delante de una montaña de virutas. Desde ese día que me había preguntado si creía en las almas gemelas, me resultaba un ejercicio estéril dejar de pensar en ella. La imaginaba, la anhelaba y, debo admitirlo, también la deseaba. Acto seguido volvían a la carga los remordimientos por desearla y me sentía un desubicado, un viejo perverso que fantaseaba con una nenita.
Tal vez haya quien piense que le temía a las consecuencias personales que, en lo legal, podía acarrearme el sólo hecho de encontrarme a solas con ella, pero conozco la ley y admito que sabía que en ese sentido era muy difícil que pudiera meterme en problemas. En ningún momento especulé con eso, pese a que sabía que Loli –por desoír mis sugerencias de ser cuidadosa, en especial cuando conversábamos en el chat–, ya le había dado a su papá una considerable cantidad de razones como para estar alerta. Yo había tenido un cruce de palabras con él, un día que me llamó por sorpresa “para conocer aunque sea por teléfono al hombre que le estaba editando el libro a su hija” y, según lo que pude vislumbrar, para darme una señal que, de alguna manera, se había dado cuenta que entre Loli y yo había algo más que una inocente y aséptica relación profesional.
Mis vacilaciones tenían que ver con algo más serio, más profundo. Tenían que ver con el ser consciente de que la diferencia de edad era tan grande que las posibilidades de poder entablar un vínculo que excediera la amistad eran ínfimas. No pensaba sólo en el presente –y eso es lo extraño–, sino que no podía dejar de imaginar el después. ¿Qué futuro podía tener nuestra relación? ¿Qué podía ofrecerle? ¿Ser su novio, como me había pedido? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Y si la relación seguía adelante, qué expectativas de continuidad podía darle?
Recuerdo que un día, hablando del futuro, le dije que imaginara qué iba a pasar en cinco años, cuando ella tuviera veintiuno. A continuación le dije que pensara en diez años, cuando ella tuviera veintiséis y yo sesenta y siete. ¿Cuánto tiempo de vida tenía yo por delante para darle? Traté de que razonara que mi vida estaba del otro lado de la montaña –usé esa alegoría–, y que mientras ella seguía subiendo hacia la cima, yo estaba en el sendero descendente y que lo que se veía desde donde yo estaba no era un panorama grato, por llamarlo de alguna manera.
–¿Qué querés decirme, Cushito? –me preguntó–. ¿Qué te vas a morir?
Hice una larga pausa antes de contestarle, quizás porque en ese momento sentí mi finitud de una forma más palpable, más real.
–¿Papi? ¿Seguís ahí?
–Sí, Loli, sigo acá.
–¿Por qué no me contestás?
–Porque no es fácil, mi chiquita, decirte que sí. Que me voy a morir.
–Yo también –dijo.
–Sí, pero mucho, mucho tiempo después que yo –contesté.
–¿Y cómo sabés?
–¿Cómo sé qué?
–Que te vas a morir antes que yo.
–Bueno, mirá, digamos que las probabilidades de sobrevida..
–empecé a decir, pero Loli me interrumpió.
–Papi… Vos me dijiste que leíste “La Tregua” y que viste la película cuando faltaban como veinte años para que yo naciera, ¿te acordás?
–Sí, me acuerdo.
–Yo también la leí y en el libro... –entonces fue ella la que hizo una pausa–, ¿quién se muere primero?
Como podrán imaginar, ese razonamiento era tan sólido, tan realista, que no supe qué contestarle. Me dejó sin palabras.
Para escribir este capítulo de nuestra historia, estuve leyendo los mensajes, los chats y las cartas de esa época –Loli y yo no los llamamos “correos” o “e-mails”– y desde la distancia, con otra perspectiva, habiendo salido de esa vorágine de sensaciones que me producía Loli, creo entender que lo que me llevaba a vacilar era la intención de cuidarla, de preservarla, de hacer todo lo posible para evitar que sufriera mientras –vaya paradoja–, la sumía en la incertidumbre, le alimentaba la ansiedad y le estaba provocando un dolor tan desmesurado, que resulta imposible describirlo con palabras.
Porque yo era para Loli su primer amor. Ese que despierta las maripositas en la panza, los sueños estando despierto y esas fantasías inevitables que suelen tomarnos por asalto la mente cuando nos quedamos a solas con nuestros pensamientos a la noche en la cama.
Pero Loli no era menos para mí. Eran los sueños no realizados, la concreción de lo anhelado durante toda una vida, un soplo renovador en mi existencia, la posibilidad del amor que había decidido ya no volver a encontrar.
La pensaba, la anhelaba, soñaba con ella. Me quedaba largas horas mirando el parque desde el amplio ventanal que tenía a mis espaldas y miraba una y otra vez esas fotos chiquitas que le había enseñado a enviar.
Lolita era la esperanza.
Releyendo lo que le escribí en esos días cercanos a la primavera de 2007, encontré esta carta con la que, imagino, trataba de consolarla por no estar ese 21 de septiembre en Córdoba, después de haberle alimentado la ilusión:



Mensaje desde el corazón para mi nenita traviesa:
 
¿Sabés? Más allá de los juegos y fantasías, mi pequeña princesita hermosa, siento por vos una gran ternura y a veces no sé cómo hacer para cuidarte.
La forma en que tuve que responderle a tu papá hoy no me hace bien, Cushita. A veces siento que ya estoy demasiado cansado para estas cosas. Y, sin embargo, no puedo dejar de pensar en vos... más allá de cualquier consideración de hombre-mujer.
Como vos escribiste, hasta que Dios diga cuándo tiene que terminar, sabé que aunque esté tan lejos y no te haya visto, de alguna manera muy extraña que no me había ocurrido antes, te quiero, dulce Frutillita.
Que tengas un buen descanso y un mejor despertar.
Cada día, vale la pena de ser vivido con sus alegrías y sus penas; con sus dones y sus vicisitudes.
Me digo, una y otra vez, que debe haber alguna razón que no conozco, que hizo que la vida me llevara hasta tu persona y a vos hasta la mía.

Tuyo,

 
Papi

Ahora, mientras escribo y antes de publicar esta nueva entrega, tomo conciencia que mañana es 24. Un nuevo 24, como aquel otro, cuando nuestras circunstancias se encontraron, a destiempo, y no por casualidad.
Desde ese día han pasado tres años y dos meses.
Y con todo lo bueno y lo no tan bueno, con alegrías y dolores, obstáculos, dificultades, ausencias y encuentros, extrañándonos cuando estamos separados y disfrutando como el primer día cuando estamos juntos, seguimos transitando tomados de la mano el trecho de camino que la vida nos ha otorgado.

El Profesor



domingo, 19 de septiembre de 2010

Diario de Lolita: Dispuesta a todo


En varias ocasiones él me dijo que haría esos setecientos cincuenta kilómetros que nos separaban para estar conmigo unos días, pero una cosa u otra se interponía en las fechas tentativas que fijábamos y mi corazón se partía en pedacitos ante la perspectiva de tener que seguir esperando. No vino el 21 de septiembre, a pesar de las muchas ilusiones que me había hecho. Cuando sufría esos desánimos se me arruinaba el día y sólo deseaba que me pisara un camión. ¡Es que yo tenía tantas ganas de conocerlo! Una vez escribí en mi diario:

“Querido diario:
Ayer estaba por escribirte pero no tenía fuerza de voluntad, estaba destrozada, como si me hubieran serruchado a la mitad.
Resulta que venía planeando todo desde el sábado pasado porque él me había dicho que vendría este fin de semana. Contaba los días que faltaban.
En mitad de la semana, me decía que venía, y ya al día siguiente que no sabía... que dudaba...
¿Cómo es posible que dude tanto? ¿Por qué no se decide de una vez?
Me dijo que si no venía no era por falta de dinero o por exceso de trabajo, sino por algo más profundo, más complicado. Me decía que él era responsable, que no quería hacerme daño, que pensaba en todas las consecuencias que esto podría tener para mí y para él... que podía yo encariñarme y después sufrir su ausencia... que lo pensaría y al día siguiente me comunicaría su decisión.
Me cansan un poco todas estas reflexiones ¿Acaso no entiende que lo amo y necesito tenerlo conmigo para abrazarlo cuanto antes?
Resultó ser que el jueves por mensaje de texto me partió el corazón. No venía “por ahora” porque –dijo– “me quería bien”.
¡Es tan injusta la vida...! Lloré porque me sentía herida, desilusionada e impotente, porque sentía que perdía al hombre que amaba....”


Miles de lágrimas derramé desde que lo conocí. El ya me había preparado diciéndome que lo nuestro sería sumamente difícil por todos los obstáculos que se interponían en nuestro camino para amarnos libremente, pero mis sentimientos apasionados, mi piel y mis labios que ardían de deseos de tocarlo, no entendían razones. Sentía que lo necesitaba, que tenía que satisfacer todos mis deseos que él había alimentado durante tantos meses.
A pesar de mis temores con respecto al sexo, a pesar del problema que este hombre me estaba trayendo en mi hogar –mi papá ya había descubierto mi secreto–, estaba dispuesta a todo, iba a inventarme cientos de mentiras con tal de poder gozar de su presencia tan solo unas horas, con tal de tenerlo conmigo el tiempo suficiente para cumplir con mi sueño de percibir el sabor de sus labios en ese primer beso en la boca que reservaba para él.

Lolita

jueves, 16 de septiembre de 2010

Diario de El Profesor: Mensaje de primavera


Como dijo Lolita, después de un tiempo empezamos a comunicarnos todos los días. Igual que ella, yo también esperaba esos momentos del día en que aparecía en la pantallita del chat aunque en esa época estaba mucho más ocupado que ella. Recuerdo que recibía un mensaje que decía “Papi, conectate” y allá iba, a abrir el chat para conversar de nuestros temas que, para el día de la primavera, tenían muy poco que ver con la edición de su libro –en la que estaba trabajando–, y mucho que ver con temas más... ¿personales?
De la amistad al enamoramiento pasó tanto tiempo como del romanticismo a los temas más “candentes”.
Loli de sexo sabía muy poco, tenía muchos miedos y le habían insertado el driver de la culpa y el discurso ése de que el sexo es sucio, malo, dañino, contraproducente y peligroso antes del matrimonio.
Pero como la naturaleza no entiende de razones, era inevitable que día tras día fuera ganando confianza y tomándole el gustito a eso de que yo le contestara preguntas que tenían que ver con lo que hacen un hombre y una mujer cuando ese angelito con alitas que arroja flechitas de pasión, empieza a hacer de las suyas, en especial en ese momento, cuando ya se anunciaba la primavera.
Recuerdo, también, que fui muy cuidadoso al principio, para que lo que le explicaba no tuviera un efecto contraproducente. Y no porque fantaseara con masticarme un bomboncito, ya que había decidido no viajar pese a sus pedidos, sus exigencias y sus ruegos, cosa que no le cayó para nada bien y la decepcionó y prefiero no acordarme lo que pasó por causa de mi negativa.
Porque –debo aclararlo–, si ustedes que leen creen que en estos tres años todo fueron mieles y en la relación no hubieron sus ups & downs, están muy equivocados. Loli puede ser muy persuasiva y encantadora, pero si algo que ella ansía mucho no sale como ella quiere... ahí te quiero ver. Y no es una crítica a su persona, sino un reconocimiento de la realidad. Al fin y al cabo a veces yo tampoco soy San Profesor. Todos tenemos nuestras cosas.
Ya era habitual que me enviara mensajitos traviesos, algunos muy muy muy pícaros, antes de irse a la cama, y la noche del 20 de setiembre me envió como ocho seguidos y yo se los contesté. ¿Hubo sensualidad en mis respuestas? Sí, la hubo, aunque desprovista de malicia y, en comparación con los que nos empezamos a enviar después –y ahora–, eran caricias más tiernas que voluptuosas.
Yo debía estar muy cansado esa noche del 20 de septiembre (la verdad, no lo recuerdo), a juzgar por el tenor de la cartita que me encontré a la mañana siguiente cuando abrí el correo.
Decía así:

Fecha: 21 de septiembre de 2007 02:17
Asunto: MENSAJE IMPORTANTE-SUPER
SUPER IMPORTANTE
Enviado por: gmail.com

Papito:

Sí, me llevé los mensajitos a la cama y cada vez que los leía sentía el nido de palomitas en la panza. Lo leía y me imaginaba lo que decían... y casi me vuelvo loca sintiendo tus manos, tus labios, tu piel rozándome... Imaginé que te tenía acostado en mi cama, conmigo, te llené de besos y caricias, hicimos el amor, nos abrazamos, nos tocamos, hicimos de todo, y me sentí tan bien... y eso que es sólo imaginación. Pensá cuando todo esto sea realidad. ¡¡Creo que me voy a desmayar de amor apenas te vea!!
¿Así que papi tiene sueñito? Bueno, piense que su Princesita viene despacito mientras duerme y lo cubre de besos, se queda a su lado y luego se mete en la cama y comienza a tocarlo por debajo de las sábanas...
Te mando un beshote. Te amo. Te adoro.

Loli
P/D: Sí, efectivamente
estoy esperando para "regalarte" mi sexo y hacer el amor con vos. (Pero, por supuesto no es lo único que me importa).

¿Ehhhhhh? ¡TOIIIINNNNG!

El Profesor

martes, 14 de septiembre de 2010

Diario de Lolita: Somos novios


Después de un breve tiempo, con El Profe nos hablábamos casi todos los días y en esas conversaciones pasábamos de temas tan serios como mis cuestiones familiares, personales y de relación con mis compañeros a temas más excitantes. En una de esas conversaciones fuimos pasando de una cosa a otra hasta que él me describió cómo me poseería el día que me tuviera a solas y en sus brazos. No me dijo que iba a hacerlo –que quede en claro–, sino cómo lo haría si fuera posible.
Recuerdo que en ese momento a mí ya no sólo me revoloteaban mariposas en la pancita. Me latía muy fuerte el corazón y sentía que tenía la cabeza llena de algodón. Creo que si hubiera estado parada, se me hubieran aflojado las piernas y me hubiera caído sentada.
En la escuela mi actitud había cambiado por completo. Me sentía otra persona. Había empezado a sonreír. No sé si los demás, ocupados en sus cuestiones, lo notaban, pero desde el día en que comenzó a tratarme como mujer y a jugar con mis deseos, mi autoestima empezó a subir y a subir hasta tocar el cielo. Creo que irradiaba felicidad, y la única que se dio cuenta de mi cambio fue una compañera que, además, era amiga. Como se imaginarán, yo no era considerada la “chica popularidad”, así que no podía hablar abiertamente como mis compañeras cuando contaban sus peripecias amorosas. Yo, en cambio, no podía contar que para mí era maravilloso pensar que un hombre como él me deseaba. Pero era tan placentero estar en clase estudiando y por momentos dejar volar mi mente y recordar el chat del día anterior donde me decía cómo haría para sacarme prenda por prenda una vez que estuviéramos a solas...
Por primera vez en tantos años en el colegio, me abstraía de lo que estaba diciendo la profesora, para dejarme llevar por mis fantasías adolescentes.
Una noche cuando mi papá no estaba y como era ya costumbre, lo llamé:
–¿Hola? –dijo su voz, al otro lado de los setecientos cincuenta kilómetros de distancia que nos separaban.
–Hola mi amor...
–Hola Princesita...
–¿Te diste cuenta de algo?
–¿De qué?
–Te dije que llamaría a las nueve... ¡Y no aguanté hasta las nueve!
–Sí, sí, ya me estoy dando cuenta... pero no tenés que ser tan impaciente...
–¡Bueno, ufa...! ¿No querés que te llame?
–¡Ay, Cushita! ¿Qué pretendés de mí? ¡Me ponés la vida de cabeza!
–¿Por qué?
–Porque con vos hago cosas que me había acostumbrado a no hacer más...
–Decime algo lindo. Contame qué me vas a hacer.
–¿Que te voy a hacer cuándo? ¿Esta noche?
–Sí.
–Bueno, cuando estés por irte a dormir... ¿Con qué dormís? ¿Con pijama?
–Sí, y grueso porque hace mucho frío.
–Bueno, entonces, cuando estés por irte a dormir, te voy a sacar la ropa, te voy a poner el pijama, te voy a acostar en la cama y para que no sientas tanto frio te voy a dar besos por todas partes...
–¿A dónde?
–En los labios, en las orejitas, en el cuello, en la pancita, en los deditos de los pies, en las piernas...
–¡Ay, sí! ¡Eso me gusta!
–... después te voy a tapar y voy a apagar la luz.
Me encantaba que me dijera esas cosas. Nunca nadie me había mimado tanto y menos aún estando a semejante distancia.
A fines de agosto, un día me animé, en una conversación por chat, a proponerle noviazgo, ya que quería que la relación tuviera algún nombre, además porque me gustaba pensar: “Estoy de novia con el hombre más maravilloso del mundo”
No fue fácil convencerlo, claro. Pero luego de que me dijera que sí, escribí en mi cuaderno-diario:

"Querido diario:
Hoy le propuse al Profe si quería ser mi novio y aceptó.
Estoy más contenta que en toda mi vida. Estoy muy orgullosa. Es mi primer novio."

Al día siguiente, hablamos por teléfono largo rato y entre otras cosas le dije:
–Quería hacerte una pregunta...
–A ver...
–¿Por qué ayer aceptaste ser mi novio si me dijiste que no estabas enamorado de mí?
–Y... ¿la verdad? Porque vos me lo preguntaste, Cushita...
–Pero yo no quería que lo aceptaras así. Yo quiero que te ilusione, como a mí. Que seas mi novio en serio.
–Mirá, mi vida, yo no estoy en edad para ser novio... –empezó a explicarme.
–¿Cómo? ¿Entonces lo hiciste nada más que para conformarme, para alimentar mis ilusiones?
–No, no pienses eso. Yo no quiero alimentar ninguna ilusión tuya, es más, ya te lo dije...
–¡Pero vos también estás ilusionado! ¿O no?
–Bueno... sí, pero no tanto como vos.
–Pero ¿no sos mi novio? ¡Yo sí quiero que lo seas!
–No sé... es cierto que yo no estoy enamorado porque no te he mirado ni te he tocado... y el noviazgo supone otra cosa... y nosotros, así tan alejados, y la diferencia de edad... es difícil.
–Entonces ¿qué sos mío?
–Y, digamos que soy un hombre al que no conocés en persona, pero que te mueve cosas adentro, que te hace sentir sentimientos y sensaciones especiales por primera vez en tu vida.
–No me gusta eso. Y quiero que seas mi novio. ¡Ya escribí en mi diario íntimo que eras mi novio!
–¿Y eso qué tiene que ver?
–Hacé de cuenta que estás enamorado y que sos mi novio.
–Bueno, bueno, hago de cuenta... pero no te contradigas, porque por un lado decís que quiera, y por el otro, que imagine y “haga de cuenta”.
–Sí, hacé de cuenta. ¡Pero tratá de sentirlo! ¡Sentí qué estás enamorado!
Empezó a reírse a carcajadas –sé que puedo conseguir que se ría mucho con mis ocurrencias–, como muchas veces y me contestó:
–¡Ay, Cushita! ¡Sos un caso serio, bomboncito! ¡Sos una tentación!
–Y eso no es todo...
–Ah, ¿no? ¿Qué más hay?
–Que yo me quiero casar con vos.
Primero se quedó en silencio –hoy sé todo lo que le pasó por la cabeza cuando escuchó eso–, pero un momento después volvió a reír y seguimos conversando bastante antes de cortar.

Me daba cuenta que mi corazón empezaba empezaba a crecer una pasión tan, pero tan grande como nunca sospeché que podía sentir, y que siguió creciendo cada día más. Si dos meses antes me hubieran dicho que yo iba a sentirme así, me hubiera reído en la cara de quien me lo decía.
Pero ahora lo estaba viviendo.
Como si fuera un novio adolescente, le mandaba cartas –cartas escritas en papel y mandadas por correo postal–, con corazones, con fotos mías, con un entretejido de palabras que le confesaban mi amor desesperado, mis deseos y mis ansias de conocerlo cuanto antes. Aunque para este encuentro, condicionada por los temores normales de la “primera vez” en intimidad con un hombre, yo había puesto unas cuantas condiciones.
¿Las aceptaría?

Lolita

domingo, 12 de septiembre de 2010

Diario de El Profesor: Argumentos


Desde aquel primer chat con Loli, siguieron otros y también varias conversaciones telefónicas –los unos y las otra a escondidas del padre– y más chats y más conversaciones. Yo cada vez estaba más pendiente de cada vez que aparecía y cada días salía a comprar más tarjetas telefónicas Teletel, de las cuales conservo una considerable cantidad que, le prometí, un día van a servir para empapelar una habitación entera. Durante ese mes busqué la forma de hacerle entender, sin lastimarla, que más allá de las coincidencias y las sensaciones, lo que le ocurría conmigo era que estaba fascinada intelectualmente, pero que no tenía que confundir eso con amor. Yo tenía en claro que deber, poder y querer son tres categorías que en raras ocasiones confluyen en la vida de una persona, pero también me daba cuenta que cada día pensaba más en esa chiquita sorprendente que –para ser honesto–, me había cautivado, aunque me negaba a admitirlo.
Ese primer mes agoté las palabras habladas y escritas explicándole que su enamoramiento era ideal, que una relación entre nosotros dos era apenas un poco menos que imposible, que tenía que vivir sus etapas como el resto de sus compañeras, que lo más adecuado era encontrar un chico de su edad, porque seguro que había alguno que le iba a gustar, que el futuro conmigo era incierto, que lo que le ocurría es que había empezado a sentir las cosas que ya tendría que haber sentido antes y que por eso creía estar enamorada y que bla bla bla...
Loli decía a todo que sí y, acto seguido, sacaba de la galera un razonamiento que me dejaba sin palabras. Ahora recuerdo aquellos días y creo que me pasé todo un mes argumentando.
A veces, durante esas conversaciones, Loli se enfurruñaba. Después me pedía disculpas y volvía a la carga.
El primer día de septiembre de 2007, yo había llegado a la conclusión que lo que menos necesitaba a mi edad era tener una relación con una adolescente de dieciséis años. Y que conste que no pensaba exclusivamente en mí. Creo que al tomar esa decisión, pensaba más en lo que pudiera pasarle a ella. Ese día decidí que, por más que me lo pidiera, no iba a viajar a Córdoba, de ninguna manera. No, no y no.
Ese fue el día que me mandó el primer mensaje de texto desde su celular a mi computadora:


De: 54351313XXXX@mms.personal.com.ar:
Hola mi amor, estoy probando mandarte mensaje desde el celu. Conectate.
Te quiero
Se las había ingeniado –pese a que no uso esos aparatejos, ya que detesto los teléfonos celulares–, para mandarme mensajes de texto a toda hora y desde cualquier lugar. En mi archivo de correo electrónico conservo los más de dos mil que me envió en estos tres años.
¿Qué se imaginan que hice? ¿Creen que me negué? ¡Qué va! Me conecté y volvimos a hablar hasta que llegó la hora en que estaba por regresar el papá, y volví a explicarle, una vez más, porqué no era posible una relación entre nosotros.
Lolita volvió a decir que sí, que comprendía, que yo tenía razón, que lo nuestro no iba a funcionar, que me quedara tranquilo que no se enojaba porque yo no quisiera ir a conocerla, y que así era la vida, qué remedio.
A la otra mañana, cuando abrí mi correo, me encontré con esta carta:
Fecha: 2 de septiembre de 2007 10:52
Asunto: BUENOS DÍAS, PAPI
enviado por: gmail.com
Papi:
Sos el hombre más dulce que conocí en mi vida. Sin duda que me quiero casar con vos. Te amo mucho.
Apenas leas este mensaje, conectate, cosita tierna.
Beshitos para vos también.
Tu Cushita.
¡CUACK!

El Profesor

viernes, 10 de septiembre de 2010

Diario de Lolita: ¡Sorpresa!


Recuerdo esa noche fría, como si hubiera pasado ayer. Estaba en mi casa, ocupada en mis asuntos luego de bañarme y a punto de cenar, cuando sonó mi celular. Era raro eso. Muy pocas veces alguien me llamaba a mi teléfono móvil. Atendí, confundida y extrañada, preguntándome quién podría ser.
Era la voz de un hombre, de eso no cabía duda. Inmediatamente sospeché que podía ser él.
–¿Quién habla?
–Yo, Cushita... –era él, que me hablaba con esa encantadora tonadita porteña que él dice que no tiene, que la tonadita la tenemos los cordobeses.
–Ah... hola... –dije, vacilando, porque mi papá levantó la vista y me miró.
–Decime: ¿está tu papá cerca? –me preguntó, y ya no tuve dudas: era adivino.
–Mmm... más o menos.
–Bueno, tranquila, no te pongas nerviosa...
–Sí –dije, mientras me alejaba del lugar donde estaba mi papá.
–¿Cómo estás?
–Bien, acá ando –estaba tan, tan emocionada que no sabía qué contestarle y me inquietaba que mi papá pudiera escuchar.
–“Bien acá ando” –me imitó–, con esa tonadita cordobesa que tenés...
Se rió, como un chico que estuviera haciendo una travesura. Yo me quedé callada, pero como seguía riendo le pregunté:
–¿De qué te reís?
–De que debes estar helada por el frío y por la sorpresa... ¿no?
–Y, sí...
¡Ay, Diossss! Me estaba hablando ese hombre que me había deslumbrado, cautivado y enamorada y yo no podía hacer otra cosa que contestarle con monosílabos. Me temblaban las manos y me latía más fuerte el corazón. Bah, creo que temblaba toda.
–Bueno, tranquila... Te comprendo, sólo quise darte una sorpresa.

Hablamos poco y, la verdad, no me acuerdo de qué, de tan emocionada que estaba. Después nos despedimos y colgué. Me quedé pensando el resto de la noche en él. El haberse animado y tomar la iniciativa de llamarme significaba, de algún modo, que estaba interesado en mí. Ya en la cama, trataba de acordarme de sus palabras, de su voz, y de su risa... No podía dormirme. Las palomitas en la pancita revoloteaban y me hacían más cosquillitas que nunca. ¡Qué gesto tan hermoso!
En ese momento me di cuenta que él era mi secreto, era mi amor prohibido, mi amante lejano, mi hombre amado sin aún conocerlo... era todo mi mundo. Me había acariciado el corazón y me había revolucionado los sentimientos.
El Profesor había pasado a ser mi tesoro secreto más preciado y me ilusionaba tenerlo.

Lolita

martes, 7 de septiembre de 2010

Diario de El Profesor: Mi primera vez


A las diez y media de la noche del 16 de agosto de ese sorprendente año de 2007, le envié a Loli el archivo de los recuerdos que tengo de mi primera vez, que había escrito en un blog que hace mucho no actualizo, con esta carta:


“Princesita:
Te envío lo que te prometí.
Con la inteligencia que tenés, cuando lo hayas leído, vas a poder comprender porqué soy como soy, y a quién se lo debo.
Vas a conocer cómo era yo cuando tenía apenas un año menos que vos y cómo, una mujer, me enseñó el camino de la libertad en esto que tanto miedo te da.”


Hoy, al releer los correos que intercambiamos, me di cuenta que Loli me había contestado a las cuatro de la madrugada del día siguiente, y me pregunto cómo habrá hecho para estar escribiendo a esa hora, quizás mientras el padre dormía.
Su respuesta decía:

“Profe, mi amor:
Creo que no tengo palabras para describir la emoción que me causó tu historia de amor. Ahora lo comprendo, y admiro y le agradezco a Letizia que te haya enseñado a ser como sos. Tuviste mucha suerte de vivir una experiencia así.
Con tu historia me dejaste pensando... Se me fue un poco la idea de 'pecado' ¿sabés? Sí, es cierto, aunque no lo creas... quiero decir que ahora me parece más importante que nunca que vengas.
Ayer, después que cerré la ventanita del chat, fui al baño, me miré la bombacha y estaba… ¡RE MOJADA!!! Sí, tenía un montón de algo parecido a un gel transparente... así que quedate tranquilo, parece que soy normal.
Me conecto a las siete y media. Te voy a esperar, mi cielo.
Te quiero con todo el corazón.
Beshitos.

Tu Loli
PD: ¿Sabés? Así como vos tuviste la fortuna de tener a Letizia, yo tengo la suerte de haberte encontrado a vos. No sabés lo contenta y agradecida que estoy. Sos un ser humano maravilloso, inteligente, dulce, tierno..."


Creo que fue en ese momento, al leer esas palabras, que tomé conciencia que Lolita había llegado a mi vida para quedarse cuando menos lo esperaba y que era yo quien le había abierto la puerta.
Recuerdo haber pensado, después de leer una y otra vez aquellas líneas: “¿Y ahora qué vas a hacer…?


El Profesor

domingo, 5 de septiembre de 2010

Loli y el Profe: Intermedio


A todos nuestros lectores les comunicamos que hasta el martes no publicaremos un nuevo capítulo de nuestra historia.
Con Lolita estamos juntos en Buenos Aires y nos dedicamos a otros menesteres. Sabrán comprender.
Les dejamos un saludito de ambos,

Loli y El Profe

viernes, 3 de septiembre de 2010

Diario de Lolita: Magia y Fantasía


Como ya lo conté, él apareció en mi vida bajo la forma de editor en un frío mes de julio. Fríos eran los días, frío era el aire que respiraba y que me rodeaba –no me gusta el frío y lo sufro mucho–, pero en mi corazón yo empezaba a sentir un agradable calorcito, el que siente quien experimenta el amor por primera vez. Un amor extraño, reprobable según la opinión de la mayoría de la gente, que se prestaba a las críticas, o como quiera llamarse, pero amor al fin.
De charlas dedicadas exclusivamente a mi actividad de escribir y acerca del libro y al suyo de editor, de a poco y casi sin darnos cuenta, pasamos a las conversaciones más personales, que a veces llegaban a durar mucho tiempo. Uno de los tantos diálogos y uno de los primeros que tuvimos de ese tipo, fue éste:

–¿Me querés? –Le pregunté.
–Sí, corazoncito, sos una mujercita querible.
–Yo también te quiero.
–¿Eso es lo que hace que pienses todo el tiempo en mí?
–¿Cómo sabés que pienso en vos?
–¿No te lo he dicho? ¡Soy mago!
–¿Y vos pensás en mí?
–Sí, pienso en vos.
–¿Es cierto o lo decís porque yo te confesé que pensaba en vos?
–Si hay algo que tenés que saber de mí, es que yo siempre hablo en serio, incluso cuando hago bromas es en serio.
–Ah...
–Es más: te digo que por alguna extraña razón que aún no llego a comprender, pienso demasiado en vos...
Pocos días después, escribí en mi diario:

"Querido diario:
Este fin de semana fue el más raro en mis dieciséis años de vida.
Casi no pude concentrarme más que en El Profesor. Ayer domingo chateamos dos veces.
Él esta enamorado de mí. Lo supongo. Dijo que me deseaba... incluso hablamos un poquito de sexo. En un momento me propuso que jugáramos a la magia y acepté. ¡Empezó a adivinar todo! Me escribió: '¿Te viniste corriendo de la misa para llegar a tiempo a hablar conmigo, no? ¿Y ayer no te pudiste dormir pensando en el chat y en mí, verdad?' Tal cual. ¡Todo eso era cierto!
Me confesó que sentía por mí una 'atracción' y yo le pregunté qué clase de atracción, a lo que respondió: 'La única atracción que sienten un hombre y una mujer, Loli'.
Ayer me llamaba 'corazoncito' y nos tratábamos como si nos conociéramos de toda la vida.
Y lo más asombroso es lo del día del cumpleaños… ¡Cumplimos exactamente el mismo día! ¡Vaya coincidencia!
Aproveché y le pregunté si estaba enamorado de mí y me contestó: 'No sé si enamorado porque aún no te he mirado a los ojos, no he escuchado tu voz, no te he tocado...'
Hoy, por el tema del sexo creo, he sentido un nudo en el estómago. Me preocupa y me asusta el tema".
Fueron muchos los días que estuve prendida y prendada de sus palabras frente a la pantalla del ordenador durante horas, que para mí nunca alcanzaban para satisfacer mi ansia de sentirlo cerca, de saber qué sentía por mí, de leer una y otra vez las frases cariñosas –y que empezó a condimentar con erotismo–, que él tenía para mí.
A pesar de la fantasía que tenía en mi mente, durante nuestras primeras charlas en las que se planteó el tema del sexo, de la intimidad entre nosotros, mi primera reacción fue de temor. Mi creencia de entonces era que el sexo era algo sucio, doloroso, que era pecado y no era bueno hacerlo hasta después del matrimonio. Me causaba temor mi “primera vez”. El sólo hecho de pensar estar desnuda frente a un hombre, me aterraba.
Estos deseos y ansias contradictorias de, por un lado desear tenerlo y hacerme mujer con él, de seguir leyendo cómo me haría el amor y de fantasear a todas horas y, por el otro, el desear seguir siendo una niña, me produjeron en los días subsiguientes una especie de nudo pesado en el estómago, que hasta me quitó el apetito. Pero, por fortuna, con el correr de los días el nudo fue deshaciéndose.
La vida me había dado una sorpresa: nunca creí llegar a querer tanto a un hombre cuando apenas un mes atrás no quería ni escuchar hablar de ellos.

Lolita

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Diario de El Profesor: Muchachita sorprendente


El 5 de agosto de 2007, Loli y yo tuvimos esta conversación en el chat.

Lolita dice: Bueno, ahora preguntá vos.
El Profesor dice: Bien: fecha y hora de nacimiento.
Lolita dice: ¿Mía?
El Profesor dice: No, de tu mamá y de tu papá... La tuya, claro.
Lolita dice: 7 de febrero de 1991 a las siete de la tarde...
El Profesor dice: No
Lolita dice: Esa es mi fecha
El Profesor dice: ¡Naaaaaaaaaaa!
Lolita dice: ¿Que pasa?
El Profesor dice: Cumplimos-años-el-mismo-día
Lolita dice: ¿Me estás cargando?
El Profesor dice: Para nada. Estoy estupefacto.
Lolita dice: Entonces con más razón. Somos el uno para el otro...
El Profesor dice: ¡Ay, Loli! ¡La vida que te espera!
Lolita dice: ¿No serás mi alma gemela? ¿Por?
El Profesor dice: No lo puedo creer… (¡¡!!)
Lolita dice: ¿Cushito?
El Profesor dice: ¿Qué?
Lolita dice: Cada día me sorprendés más.
El Profesor dice: No Loli, vos sos una muchachita sorprendente.
Lolita dice: ¿Sí?
El Profesor dice: Sí, me dejás sin palabras.
Lolita dice: Quería preguntarte algo. Que hablemos de algo fundamental...
El Profesor dice: A ver, señorita preguntona…
Lolita dice: ¿Cuándo nos vamos a conocer en persona?
El Profesor dice: ¿Ehhh? No tengo la menor idea, Loli.
Lolita dice: ¿Cuándo vas a venir?
El Profesor dice: No sé si voy a ir, Loli, de manera que, por favor, tomátelo con calma
Lolita dice: Mirá, viajaste por todos lados y no vas a venir acá...
El Profesor dice: Sí, viajé mucho, Loli, Pero ahora no puedo ir y venir de Córdoba así como así.
Lolita dice: Aunque sea una sola vez... Y yo después voy para allá.
El Profesor dice: Loli, para que empieces a juntar paciencia, difícil que antes de fin de setiembre pueda dejar el trabajo.
Lolita dice: ¿Entonces vas a venir?
El Profesor dice: Pero... ¿Qué estoy escribiendo? No lo sé, Loli.
Lolita dice: Dale, yo después voy para allá.
El Profesor dice: ¿Que vas a hacer quéee? ¿Vos venir para acá? ¿Sola?
Lolita dice: No, con mi papá, pero eso es más difícil, en cambio vos no dependés de nadie... Es muy importante que nos conozcamos.
El Profesor dice: Pero Loli, mira…
Lolita dice: Vos vas a ser el editor de mi libro, vas a figurar en mi dedicatoria... ¿Y cómo no te voy a conocer, corazón?
El Profesor dice: ¡Ay, Loli! ¡Me muero!
Lolita dice: ¿Por qué te morís?
El Profesor dice: Porque lo que menos esperaba a esta altura de la vida era estar hablando así con una jovencita de dieciséis años que nació el mismo día que yo y a la que le llevo cuarenta y un años…
Lolita dice: Por eso. Podés venir, primero en septiembre y después en febrero ¡para festejar tu cumple conmigo!
El Profesor dice: Loli... ¿vos querés que tu papá y tu mamá me denuncien por abusador de menores?
Lolita dice: Si vos no abusás de mí, no hay por qué denunciar nada... Además yo soy muy hábil para ocultar las cosas...
El Profesor dice: ¿Ah sí?
Lolita dice: Ya tengo todo planeado para el día que vengas ¿Sabés vida?
El Profesor dice: Ajá ¿Y cómo es el plan, si puedo saberlo?
Lolita dice: Vos te alojás en algún hotel del centro de Córdoba, y un sábado yo le digo a mi papá que me voy al centro de compras (el siempre me deja) y nos encontramos.
El Profesor dice: Ah. Mirá vos.
Lolita dice: ¿No te parece bien? Es fácil.
El Profesor dice: Sí, parece fácil. ¿Y entonces?
Lolita dice: Entonces... ahora pensá vos. Lo que vos quieras…
El Profesor dice: ¿Tuviste en cuenta que te encuentres con alguien conocido que te vea conmigo en la calle? En la ciudad de Córdoba no es nada extraño que pase algo así.
Lolita dice: Serías mi abuelo, entonces (a pesar de que no tengo). O un familiar.
El Profesor dice: Ah... claro y si tenés que entrar a mi hotel vas a ser mi nieta...
Lolita dice: Mjm...
Lolita dice: Pero esperá. ¿Qué vamos a hacer en tu hotel...?
El Profesor dice: Loli... si yo voy, vos me dijiste que vas a querer estar conmigo a solas, no en un shopping.
Lolita dice: Si, obvio.
El Profesor dice: Ah. ¿Y entonces?
Lolita dice: Pero me refiero a que...
El Profesor dice: ¿A qué?
Lolita dice: Ya sabés.
El Profesor dice: No. No sé.
Lolita dice: ¿No vas a querer tener relaciones...?
El Profesor dice: Loli, chiquita... ¿Qué te pasa?
Lolita dice: No sé…
El Profesor dice: ¿Seguro que no sabés qué te pasa?
Lolita dice: Es que a decir verdad... A mí me asusta pensar en tener sexo…
El Profesor dice: ¿Y quién te dijo que vos y yo vamos a tener sexo?
Lolita dice: No sé. Es raro. A veces esto me da un poco de miedo... ¡Pero podemos hacer otras cosas!
El Profesor dice: ¿Ah, sí? ¿Por ejemplo?
Lolita dice: Me podés acariciar... Y podemos besarnos…
El Profesor dice: Loli... voy a hablar muy claro y directo.
Lolita dice: Dale.
El Profesor dice: Una cosa es la fascinación intelectual, otra el enamoramiento, otra el amor y otra el amor con todo lo que conlleva.
Lolita dice: Yo antes de verte me voy a preparar mentalmente para conformarme con caricias y besos.
El Profesor dice: ¿Prepararte mentalmente? A mi edad, no sé si pueda, ni se me cruza por la cabeza tener una relación platónica con una joven que puede ser mi nieta.
Lolita dice: Pero vos no me querés como a una nieta...
El Profesor dice: Precisamente por eso. Porque sos una adolescente, pero sos mujer… ¡Mirá lo que escribo! ¡Ay, Diosssss!
Lolita dice: ¿Me deseas?
El Profesor dice: ¡Loli! ¿Vos me deseas a mí?
Lolita dice: Creo que si. Es decir, SÍ.
El Profesor dice: ¿Vos tenés fantasías conmigo?
Lolita dice: Y… sí. Siento como un conjunto de palomitas en todas partes...
El Profesor dice: ¿Qué te pasa cuando tenés fantasías?
Lolita dice: Bueno, supongo que te deseo más y más.
El Profesor dice: ¿Suponés? Eso es responder dando vueltas...
Lolita dice: Me excito.
El Profesor dice: Ah... eso es responder con claridad.
Lolita dice: Mjm...
El Profesor dice: Y cuando te excitás ¿qué te pasa?
Lolita dice: No quiero contestar eso.
El Profesor dice: Loli, Cushita, no te lo pregunto por morboso, quiero llevarte a que pienses que razones...
Lolita dice: Decime que te pasa a vos.
El Profesor dice: ¡Ay, no, Loli! ¡Basta!
Lolita dice: Ufa. :(

Al día siguiente, en mi bandeja de mensajes, me estaba esperando el siguiente correo electrónico:

"Cushito mío:
Te escribo para contarte algunas cosas que me pasan...
Ayer estuve pensando muchísimo, con la cabeza 'fría', es decir, usando sólo la parte lógica y sin tener en cuenta los sentimientos (me costó un montón, porque a pesar de que yo soy muy pensante, los sentimientos suelen jugarme malas pasadas...) y llegué a algunas conclusiones que voy a contarte en cuanto podamos hablar.
Por otra parte quería decirte que me pasa algo muy raro... a ver si vos, que sos mago, podés saber qué es... resulta que el nido de palomas ya no lo tengo más, ahora tengo una especie de nudo en el estómago (quizás se deba a todo lo que pensé y a la decisión que tomé), pero por otra parte estoy tan feliz... tengo muchas energías y ganas de abrazar a todo el mundo y estoy de un humor espectacular. Pero tengo un nudo raro en la pancita.
Bueno, era eso nada más.
¡Ah! me fue bien en derecho.
Ayer no pude dormir en toda la noche y no sé por qué.
Muchos beshitos...
Chaucito.
Loli"

¡CHAN!

El Profesor